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MIRANDO AL PASADO DELA REFORMA CAPUCHINA Camilo E. Luquin, OFM Cap. La Vida Religiosa ha experimentado a lo largo de la historia diversas transformaciones que van desde el eremitismo a la vida monás– tica, y de ésta a la vida itinerante y activa en medio del mundo. Estas transformaciones o rupturas responden al dinamismo del Espíritu presente en la Iglesia, pero también al cambio del sujeto social en las distintas coyunturas históricas y al del entorno socio-cultural y ecle– sial, o lo que el Vaticano II llama "las cam– biantes condiciones de los tiempos". La más característica y profunda de estas rupturas o "crisis" es, sin duda, la de las Or– denes Mendicantes, y de una manera especial de la Franciscana, que aportó a la Vida Reli– giosa una fuerte carga carismática y una nue– va densidad teológica y evangélica. Francisco y sus hermanos tenían una clara conciencia de estar viviendo una novedad absoluta, como lo atestiguan numerosos testimonios de los biógrafos, una nueva etapa de la historia de la Iglesia. Este dinamismo renovador de los oríge– nes, reflejado y tematizada a su manera por los biógrafos primitivos como arquetípico, es– tá presente a lo largo de la historia francisca– na como una gracia original, al mismo tiem– po que como un torcedor de conciencia, que ha mantenido a la Orden, y la mantiene to– davía hoy en una "tensión creadora de nue– vos comienzos", en expresión de T. Matura. Sin embargo, ninguna de las reformas his– tóricas ha perdurado, con excepción de la Ca– puchina, tal vez porque la Orden Franciscana siempre ha mantenido la conciencia de ser'la heredera del espíritu de su Fundador, y a pe– sar de encarnarlo tan imperfectamente, no ha cesado de proponérselo una y otra vez como modelo y arquetipo viviente, conservando fres– ca su "memoria", hasta el punto de que nin– gún otro Fundador ni ningún otro santo ha sido tan pesquisado e interpretado como san Francisco. Patio de un típico eremitorio capuchino (Montccassalc). Pero nos vamos a referir aquí a la Refor– ma Capuchina, que nació marcada por un fuerte espíritu reformador y de retorno a los orígenes de la inspiración franciscana ; y, más allá de ciertos particularismos y distorsiones iniciales, acabó proyectándose rápidamente con un notable equilibrio, como lo señala Oc– taviano Schmucki en este mismo número de CUADERNOS. La simple lectura de las Cons– tituciones de 1536, un texto legislativo-espi– ritual notablemente cristalino, sobrio y bello, es suficiente para avalar esta afirmación. Este espíritu de reforma se ha mantenido siempre en la Orden Capuchina como una "tendencia fundamental" (Optato van Assel– donk) , y puede ser considerado como uno de los componentes de su propia identidad; y, de hecho, si no estoy equivocado, esa "tensión creadora" de toda la Familia Franciscana se manifiesta en la Fraternidad Capuchina a lo largo de su historia, y tal vez especialmente en los últimos tiempos, con una particular in– tensidad. Y, sin embargo, existe en muchos herma– nos capuchinos una insuficiente conciencia de esa y otras peculiaridades y acentuaciones que le han dado una fisonomía propia dentro de la Familia Franciscana y de la Iglesia. Me re– feriré a esto más adelante. No es de esperar, y, al parecer, tampoco es necesario, que se den nuevas reformas al interior de la Familia Franciscana, entre otras 127

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