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434 JULIO MICÓ en acción nos revela lo fundamental de Jesús, su minoridad puesta al servicio de todos. Sin embargo, esta pequeñez servicial no deja de ser un resumen de toda su vida, muerte y posterior glorificación. Presen– tado en su mansedumbre y humildad de corazón (Mt 11, 29), es el que anuncia la salvación a los pobres (Le 4, 18s), poniéndose al servicio de esta misión (Le 22, 27), hasta sus últimas consecuencias (Jn 13, 1); por eso, es tratado como un malvado (Le 22, 37) y ajusticiado en la cruz (Me 14, 24); pero el Padre lo resucitará, sentándolo a su derecha (Le 18, 31ss). Por eso Jesús, el siervo de Dios, crucificado y resucita– do, es la única fuente de salvación (Hch 4, l0ss). 3. Tonos NOSOTROS, SIERVOS INÚTILES Francisco asimiló esta actitud cristológica del Siervo como la forma más adecuada del seguimiento evangélico de Jesús, hasta el punto de que, en las varias presentaciones que hace de sí mismo a través de sus Escritos, siempre se muestra como el «pequeño y siervo» ('I'est 41), «pequeño y despreciable» (CtaA 1), «hombre vil y caduco» (CtaO 3), «el menor de los siervos de Dios» (2CtaCus 1), «siervo y súbdito de cuantos habitan en el mundo entero» (2CtaF 1), «a los que se siente obligado a servfr y a suministrar la palabra de Dios» (2CtaF 2). Esta interiorización de la vida humillante y humillada de Jesús, que se expresa en la utilización del término «siervo» como signo de identidad, no conlleva una infravaloración o baja estima de sí mismo, lo cual más que un valor espiritual habría que colocarlo en el campo de lo siquiátrico. I<Jl sentimiento de minoridad, para ser real, tiene que estar únicamente relacionado con Dios que, siendo mayor, se hizo menor por nosotros. A nivel de hermanos no es posible ser menores, porque esto implicaría admitir que en la Fraternidad hay clases, es decir, que también hay hermanos mayores, lo cual va contra la misma identidad del grupo fraterno. a) Todos vosotros sois hermanos La Fraternidad, por sí misma, es un grupo de iguales que no admite gradación en dignidad. El amor servicial, por ser recíproco, no rebaja a nadie a la condición de menor, de siervo. Por eso, Francisco, aunque se autocomprende como menor y siervo, y alienta a los demás -sobre todo a los frailes- a que adopten esta misma actitud, no utiliza nunca el término «siervo» para referirse a las relaciones

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