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LA MINORIDAD FRANCISCANA 433 para asumir su propia minoridad. Por eso anima a los hermanos a que experimenten el gozo de convivir con estos marginados (1 R 9, 2). b) En un segundo lugar están «los que se hacen niños», es decir, los que se humillan y se abajan, los que dejan su grandeza y se convierten voluntariamente en siervos. El proyecto menor de Fran– cisco va en esta dirección. A los que son menores por naturaleza, su misma pequeñez les impide hacer esta opción. El proyecto francisca– no es para aquellos que, pudiendo hacerse grandes, optan por el camino de la pequeñez y la minoridad para responder a la llamada de Jesús y testimoniar libremente el misterio de su Reino. c) En tercer lugar se encuentran los que «acogen a los niños y pequeños», es decir, los que hacen de la minoridad un signo del servicio y la acogida. En esto no hacen sino seguir las huellas de Jesús, que se hizo menor, pequeño, en medio de nosotros, y asumió en su camino a los que son realmente pequeños, es decir, a los necesita– dos. Esta minoridad opcional, por la que optó Francisco y los suyos, coloca a la Fraternidad en el grupo de servidores de Jesús que, a ejemplo suyo, tratan de servir a los demás, sobre todo a los pequeños. 2. JESÚS EL SIERVO La figura de Jesús como Siervo es la raíz teológica de la minoridad servicial. La imagen del Dios humHlado al hacerse hombre, que Pablo nos ofrece en el tremendo himno de la Carta a los Filipenses (Flp 2, 6- 11), Juan nos la da en el relato del lavatorio de los pies (Jn 13, 1-17). En este mismo contexto de la Última Cena como expresión de la entrega total al servicio del Reino, Lucas refiere la disputa entre los discípulos por ver quién es el mayor. La propuesta de Jesús es contundente: el que sirve es siempre el menor, y «yo estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Le 22, 27). Estas imágenes de ,Jesús como siervo, como empequeñecido para entregarse a los hombres, son la culminación de un largo camino donde el Mesías es propuesto como Siervo de Yahvé. En el poema del segundo Isaías se van desgranando las actitudes que acompañan la misión del Siervo, consagrado por entero a levantar a los abatidos y a llevar la luz a los ciegos, soportando las pruebas hasta ofrecerse voluntariamente en sacrificio por los demás (Is 42, 1-7; 49, 1-6; 50, 4- 9; 52, 13-15; 53, 1-12). Teniendo como telón de fondo esta visión del Mesías, la escena del lavatorio de los pies recobra todo su significado. Como una parábola

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