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430 JULIO MICÓ llama «mayores» a los caballeros y a sus hijos, a los jueces y a los que suelen conservar los caballos en tiempo de guerra; «menores», a los que van todos los días a trabajar al campo por algún tipo de remune– ración; a todos los demás se les llama «medianos». Se puede decir que «mayores» y «menores» eran fórmulas prácticas de organización que servían para todos los estamentos, tanto sociales y políticos como religiosos. Acercándonos más a Asís, en un documento de 1178 se habla de «todo el pueblo y la ciudad espoletana, mayores y menores de la ciudad de Espoleto»; y siete años después, Federico I recibe bajo su protección «a todos los ciudadanos espoletanos, tanto mayores como menores». Son muchos los casos en los que estos dos términos desig– nan la cualidad o composición de determinados organismos. Así había caballeros mayores y menores, cónsules mayores y menores; y en la misma Asís parece que en el siglo xn los canónigos de S. Rufino eran calificados de mayores, mientras que los de Sta. María eran menores. Incluso en los pactos que se hicieron en Asís para solucio– nar los problemas del «hominitium» o servicio a los señores feudales, las partes en conflicto vienen determinadas como «mayores» y «menores». Asís ENTRE LOS SIGLOS Xll y xm Aunque Italia pertenecía al Imperio Germano, los Emperadores no demostraron demasiado interés en hacer sentir su autoridad. Si bajaban alguna vez a Roma, era para hacerse coronar o para arreglar algún asunto con el papa. Ante esta falta de vigilancia, los feudales, primero, y los Comunes, después, fueron acumulando poder a costa de los Emperadores. Federico I Barbarroja se dio cuenta de esa permisividad y trató de solucionarla imponiendo nobles alemanes que vigilaran las ciudades. En Asís, concretamente, y después de haber aplastado su rebelión enviando las tropas de Cristiano de Maguncia en 1174, puso en la «Rocca» o castillo a su pariehte Conrado de Urslingen con el fin de asegurar el mantenimiento del orden y la fidelidad de los ciudadanos. El resquemor acumulado por los asisienses ante esta ocupación estalló violentamente en 1198. La ocasión fue la salida de Asís de Conrado para hacer entrega del Condado de Espoleta a los legados pontificios de Inocencio III. Los asisienses asediaron la «Rocca», arrasándola por completo. Después fueron cayendo, una a una, todas las fortalezas que los feudatarios tenían en la ciudad, así como sus castillos. Los señores feudales tuvieron que huir a Perusa, lo que
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