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LA MINORIDAD FRANCISCANA 445 c) Servir a todos por Dios La disponibilidad en el servicio que caracteriza la vocación del hermano menor no se reduce al ámbito de la Fraternidad. Es en el ancho campo de los hijos de Dios, y aún de la creación entera, donde se vive y se realiza. El creer que la historia es siempre «historia de salvación», porque Dios está presente en ella y la acompaña, nos lleva a aceptar y, si es posible, transformar los acontecimientos con el fin de que el Reino acontezca y vaya creciendo en el diario caminar de los hombres. Esta transformación, sin embargo, sólo puede hacerse realidad si aceptamos una conversión progresiva de nuestro instinto de dominio en voluntad de servicio. En esto precisamente consiste la minoridad, en ofrecer nuestra disponibilidad servicial a todos los hombres, ya que «nunca debemos desear estar sobre otros, sino, más bien, debe– mos ser siervos y estar sujetos a toda humana criatura por Dios» (2CtaF 47). Lo propio del siervo de Dios es servir a todos; por eso, en su actividad debe traslucirse ese conocimiento realista que tiene de sí mismo y que llamamos minoridad. En general son dos los medios de que disponemos para hacer efectiva dicha actitud: el trabajo y el apostolado. - El trabajo La Fraternidad primitiva adoptó el trabajo como una forma de servicio a los demás desde la propia pobreza. Por eso, lo único que se pide a los hermanos en su actividad laboral es que sean consecuentes, es decir, que su labor refleje la propia vida evangélica por la que han optado, una vida abierta a la voluntad de Dios y actuada como servicio desde la actitud de menores. La negativa a que acepten cargos de responsabilidad que supongan cierto dominio sobre los demás trabajadores responde a esta convic– ción: los hermanos menores deben ofrecer una imagen trasparente que no dé lugar a dudas o ambigüedades sobre su opción evangélica (1 R 7, 1). Francisco sabía por experiencia que en el fondo del hombre anida esa ambición siempre pronta a encaramarse sobre los demás y poder ejercer su voluntad sobre ellos. Por eso, una de las formas más eficaces de evitar ese peligro innecesario es procurar que no tengamos la posibilidad de ejercerlo, colocándonos en los puestos más bajos como una prueba de nuestra voluntad de querer seguir al Señor en pobreza y humildad.

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