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LA MINORIDAD FRANCISCANA 443 Admoniciones, que tienen una redacción monaquizante, posiblemen– te posterior al Santo. Quienes sí lo emplean con frecuencia son los biógrafos. Tanto los oficiales -Celano y Buenaventura- como los anónimos utilizan el apelativo «siervo de Dios» aplicado a Francisco. En este caso se trata del mismo contenido que se le venía dando tradicionalmente, aunque de una forma más generalizada: la perte– nencia al ámbito de la vida religiosa consagrada. Así, los Tres Com– pañeros, al hablar del conflicto entre Francisco y su padre, quien le demanda ante los cónsules, ponen en boca del Santo que «por la gracia de Dios era ya libre y no estaba bajo la jurisdicción de los cónsules, porque era siervo del solo altísimo Dios». La razón que dan las autoridades para no detenerle es que «desde que se ha puesto al servicio de Dios ha quedado emancipado de nuestra potestad» (TC 19). Sin embargo, esta faceta canónica y jurisdiccional del «siervo de Dios» no agota todo el contenido significativo que tuvo para Francis– co. Servir al Señor Dios en penitencia (1 R22, 26; 23, 4) condensa todo el proyecto evangélico que Francisco intuyó para sí y sus hermanos. Más aún; este servir a Dios en penitencia, que supone el haber dejado de servir corporalmente al mundo (2CtaF 65), constituye también la forma de vida de Clara y sus hermanas al haberse hecho «hijas y siervas del altísimo sumo Rey Padre celestial» (FVCl 1). De este modo, siguen el ejemplo de María, «hija y esclava del altísimo Rey sumo y Padre celestial» (OfP Ant 2; SalVM 5), que se puso de forma incondicional al servicio del Reino anunciado por su Hijo. Los biógrafos, sobre todo Celano, interpretan el «servir al Señor en penitencia» de la primitiva Fraternidad, desde una perspectiva conventual. Ya no se trata de aceptar la minoridad como una fonna existencial de situarse ante Dios, de servirle, sino de evitar el ocio, estando siempre ocupados en cosas santas. La respuesta que ofrece Celano ante la angustiosa duda de Francisco sobre cuándo es verda– deramente siervo del Señor y cuándo no, es la misma voz de Dios que dice: «Sábete siervo mío verdadero cuando piensas, hablas y obras cosas santas» (2 Cel 159). Sin embargo, también existen destellos en los que se percibe 1a minoridad en toda su frescura; así cuando la Leyenda o Compilación de Perusa hace sentirse a Francisco pequeño respecto a Dios, «su siervecillo» (LP 67), o cuando, en un momento de desplome a causa de las enfermedades, experimenta la misericordia de Dios hacia «su pobre e indigno siervo,, (LP 83e). De todo lo dicho se desprende que el siervo es el que hace factible la voluntad de su Señor sin exigir, por ello, derecho alguno. Dócil a
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