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LA MINORIDAD FRANCISCANA 439 otros y poder adquirir grandes riquezas que legar a sus consanguí– neos y amigos. También son matados por la letra los religiosos que no quieren seguir el espíritu de las divinas letras, sino prefieren saber sólo las palabras e interpretarlas para otros. Y son vivificados por el espíritu de las divinas letras quienes no atribuyen al cuerpo toda la letra que saben y desean saber, sino que con la palabra y el ejemplo se la restituyen al altisimoSeñorDios, de quien es todo bien» (Adm 7, 2-4). b) El no-tener La pobreza evangélica o, lo que es lo mismo, el no tener más que lo necesario para vivir la propia opción con dignidad, también es sus– ceptible de ser vivida desde la minoridad. Los numerosos Movimien– tos pauperísticos que precedieron y acompañaron el itinerario espiri– tual de Francisco, no siempre supieron dejar de apropiarse la propia pobreza, utilizándola como arma contra los abusos, la mayoría de las veces reales, de una Iglesia poderosa y rica. · Francisco recuerda en su Testamento que en la primitiva Frater– nidad los que se unían al grupo «daban primero a los pobres todo lo que podían tener, y se contentaban con una túnica, ceñida con una cuerda, y los calzones, Y no querían tener más» (Test 16s). La acep– tación de esta pobreza voluntaria les permitía vivir con gozo la ausencia de comodidades, hasta el punto· de que no necesitaban juzgar ni despreciar a quienes vestían ropa fina y de color, ni a los que comían y bebían exquisitamente; sino que cada uno tenía bastante con juzgarse y despreciarse a sí mismo (2 R 2, 17). En este sentido, la pobreza se convierte en una relativización de las cosas, poniéndolas en el lugar justo donde tienen y adquieren valor: el servicio al hombre para que crezca y se realice. Ni cuando abundan, convirtiéndose en riqueza, ni cuando faltan, haciéndose pobreza humillante, cumplen su función de medios humanos. Por eso, Francisco no se enorgullece de su pobreza, sino que utiliza las cosas con sobriedad, dándoles -y animando a que les dieran los que tenían más que él- una función social como exigencia de solidaridad cristiana. Ser un pobre menor es, pues, para Francisco empeñarse en seguir la humildad y la pobreza de nuestro Señor Jesucristo, relativizando las cosas y permaneciendo contentos con lo justo para vivir con dignidad (1 R 9, 1).
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