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«Y LOS TRATÉ CON MISERICORDIA» 55 componente humano del excluido. 40 Entonces aparece la figura del leproso en su lado más duro, aquel que le hace revolverse contra su suerte injusta y contra el mismo Dios. «Me mataré ... me mataré», repite ante el silencio de los demás. Es la única «salida» para el marginado. Francisco le sigue, le acompa– ña en ese camino de total oscuridad, intenta abrazarlo, lo mira. Al final lo abraza, casi a la fuerza, lo mira directamente tres veces, tres miradas que se cruzan para intentar decir que es persona, que es digno, que es hermano, a pesar de todo. 3. El lado más duro de lo humano (Rosellini) La escena la pinta Rosellini en esa austeridad de la pequeña casita que está aislada en una campiña sola y gris. Francisco ora atormentadamente porque no entiende el secreto de la vida. Se escucha la esquila del leproso que, rítmicamente, acompañará la larga escena en la que, caso único en todo el film, no habrá música. Solamente, alguna vez, el canto de los pájaros, que en determinado momento escuchará el leproso, como para indicar que la vida subyace a tanta enfermedad y muerte. El leproso va solo. Francisco le sigue de lejos, le mira entre los arbustos, se acerca con temor. El leproso parece intuir que alguien le acompaña, se para, no ve a nadie y sigue. Francisco se lleva las manos al rostro porque comprende no solamente el horror de aquella lepra sino la suya propia. Le sigue por detrás porque anhela entenderse entendiendo aquello. 41 Se planta ante el leproso y le abraza en un gesto casi ritual, litúrgico, que el pobre no entiende porque sigue mirando con extrañeza y con silencio. No pide nada, no quiere nada, sólo mira y se va. Es como la celebración de un encuentro en la profundidad que no necesita palabras ni gestos exteriores. Cuando el leproso se aleja, Francisco vuelve a echarse de nuevo las manos a la cara con el «horror» de ver el lado más duro de la vida en cualquier persona, ya que aquel leproso representa a toda la humanidad en su lado más frágil. El recurso a Dios es entonces un grito de dolor y de esperanza: «Grande Dios», dice Francisco. La cámara se desplaza hacia el cielo, como queriendo indicar que en Dios hay una respuesta al interrogante de la exclusión y de la fragilidad de la historia. 40 Un leproso besa con amor el hombro de una leprosa a la que Clara está lavando. 41 Hace un gesto con la mano como anhelando entender, ver aquello por dentro.

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