BCCCAP00000000000000000001539

54 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR, OFMCAP La segunda escena tiene lugar en san Damián. Francisco se calienta cerca de un pequeño fuego. De alguna forma ya está en el marco de la pobreza social. Un leproso, distinto al anterior,3 3 se acerca a él arrastrando sus pies, tan cansados como la vida de los pobres sin remedio. Francisco se asusta, pero logra mirarle a la cara. Ante la tentativa de huida, le agarra. Es como una oportunidad única, o se aferra a ella o se le va el sentido de su opción. 34 El leproso no sale de su asombro: «No me toques» ..., «¿Estás loco?» ..., «¿Tú también estás enfermo?» Sí, de alguna forma está enfermo, tiene la misma enfermedad, la «lepra del alma», 35 cosa que le hace ser hermano de aquel herido de la sociedad. Se despliega entonces todo el mecanismo del mirar– abrazar-tocar que lleva al descubrimiento de la dignidad oculta del margina– do. Tres veces dice Francisco: «Tranquilo ... tranquilo... tranquilo... » No sabe– mos si es al enfermo a quien le está diciendo eso o a sí mismo, como enfermo del corazón que es. Puede estar «tranquilo» desde el momento en que ha descubierto la realidad de la dignidad oculta, de la hermandad en la exclusión, de la comunión total por encima de constricciones sociales. El tercer momento es el que muestra el culmen de la relación de Francisco con los leprosos: vive con ellos. 36 Es un ámbito de oscuridad, un sótano en las afueras de las murallas. Pero hay una cierta luz. Tiene como pórtico, al igual que los dos momentos anteriores, el dolor y la muerte. 37 La presencia bienhe– chora de Clara que irrumpe aquí 38 contribuye a la claridad. Viven con los leprosos curando sus cuerpos, procurando un cierto bienestar por medio de una rudimentaria higiene 39 que contribuye a que no desaparezca del todo el ' 3 Este tiene vendada la mano izquierda. 34 «Espera», le dice. 35 LM4, 11. 36 Así lo consigna 1 C 17. 37 El enorme desconsuelo viene marcado por la muerte de un niño al que su madre no ha podido alimentar porque no le quedaba leche. Una niña dice: «Mi hermano ha muerto.». Francisco lo toma como su propio hermano (tal como lo dirá más adelante). Es, por así decirlo, una escena de «dura Navidad»: la madre sostiene al niño muerto y Francisco contempla perplejo el misterio de la muerte de los pobres, la muerte que nadie llora. Ahí ha de estar sobre todo la presencia de Jesús. 38 De alguna forma se quiere decir que este tema también ha estado presente en la vida de Clara. Francisco le dice para mitigar su horror: « Yo también huí la primera vez y habría prescindido con placer de mi olfato.» 39 El tema «lavar los cuerpos» tiene mucha importancia en las biografías primiti– vas, por ejemplo en Flor 25.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz