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«Y LOS TRATÉ CON MISERICORDIA» 53 a bajar a los sótanos y allí se establece un diálogo profundo de miradas 28 y de dolor. 29 La mirada retenida de una mujer esclava le sume en el dolor máximo de quien percibe a esas personas como un colectivo explotado, como clase oprimida. Solamente en un momento se entrevé el rostro de uno que parece ser un leproso. Al final de este itinerario hacia la realidad de la marginación Francisco, herido en el otro y en sí mismo corno parte explotadora («esto también es tuyo»), encuentra en la mirada bondadosa de un pobre anciano trabajador el perdón que le puede reconciliar con la persona. Es el pobre quien pretende secar las lágrimas de Francisco y al final, las manos de ambos, las del pobre y las de Francisco, quedan unidas como un verdadero y duro desposo– rio que Francisco no abandonará ya jamás. Se escucha a Francisco que habla, por primera vez en toda la escena, y dice «Sí. .. sí. .. », como si hubiera encontra– do una clave. 30 2. Vivió con ellos (Cavani) Esta autora escalona en tres escenas la vida de Francisco con los leprosos. Son personajes diferentes. Hay una progresión entre las tres que termina en el abrazo forzado al leproso que convive con Francisco y no termina de creerse --el leproso-- que la opción de aquel ciudadano «sano» por él es total. La mirada, aquí también, es el hilo narrativo de todas las escenas. La primera de ellas tiene un componente anticipativo. Francisco aún no ha abrazado la vida evangélica, se divierte con sus amigos y amigas en la orilla de un lago. Invita a una amiga a ir a bañarse y cuando están en el agua y en sus regodjos, aparece un leproso extendiendo su mano enferma hacia él, como pidiendo no sobre todo limosna sino socorro vital. Es el leproso quien quiere tocar y Francisco quien no quiere ser tocado. 31 El rechazo de Francisco 32 queda mitigado por la violenta limosna de un mantel arrojado hacia él y de un cordero asado que también le tira desde lejos. Es de noche, la escena termina en penumbra pasando de una luz festiva a una oscuridad que, paradójicamen– te, hará luz en el interior de Francisco. 28 En la escena hay más de veinte cruces de miradas. ,,º Un niño llora y su llanto penetra en Francisco. 30 El leitmotiz1 de la música de Riz Ortolani («¡Qué feliz es aquel hermano ... !») vuelve a sonar tras los llantos, y la tensión. 31 Como hemos dicho, el tema del tocar tendrá una importancia decisiva en todo este asunto. ' 2 «Vete ... lárgate.»

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