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«Y LOS TRATÉ CON MISERICORDIA» 49 eso Asís, el mundo al que pertenece, no es el lugar humano que pretende ser y por eso siente necesidad de dejarlo. Había descubierto fuera de Asís el lugar de la persona. 9 Una de las maneras de redimensionar la escena del abrazo con el leproso es tratar de leerla desde perspectivas más sociales y antropológicas que espirituales. La perspectiva espiritual, incluso aplicada a la realidad evangélica, es una de las posibles. Pero, al ser aplicada de modo casi exclusivo, ha podido llevar a empobre– cer el texto. 10 Cosa parecida puede ocurrir con los textos franciscanos. Por eso, una lectura social del icono del abrazo con el leproso puede producir hoy frutos más susceptibles de ser entendidos y vividos en una sociedad secular como la nuestra. En esta dirección y leyendo el hecho franciscano con detenimiento, podemos decir que Francisco ha redimensionado el hecho social cuando ha entendido la minori– dad como una valoración de la básica dignidad humana que subyace en aquellas personas y colectivos en los que lo humano se diluye por causa de su dura situación de vida. Francisco ha considerado literalmente hermanos, gente con su dignidad intacta, a los pobres que vivían fuera de las murallas y fuera del censo que los hace ciudadanos, singularmente a los leprosos; con ellos habría de alegrarse el hermano menor;u a los herejes a quienes nunca vituperó y al clero bajo cuyas condiciones morales de vida eran con frecuencia discutibles; 12 a las mujeres que socialmente no habían iniciado siquiera el despegue de sus reivindicaciones. 13 De este modo se apuntaba ya al pilar que ha de constituir el futuro de la sociedad: la inalienable dignidad de lo humano. 9 Podría preguntarse por qué Francisco no llegó a dar cuerpo «institucional» a esta experiencia fundante de los leprosos. Como una de las causas de desviación de la Orden en tiempos del viaje de Francisco a Palestina (junto con la del asunto de Felipe Longo) Jordán de Giano dice que un tal Juan de Campello «reunió a un gran número de leprosos, hombres y mujeres, salió de la Orden y quiso fundar una nueva Orden»: Chronica, n. 13. Lo cierto es que en 1 R 8, 12 dice que se puede pedir limosna por los leprosos; y en 1 R 9, 2 dice que los hermanos han de convivir con «gente de baja condición y despreciada, con los pobres y débiles, con los enfermos y leprosos, y con los mendigos de los caminos». Fue una experiencia básica pero estaba inscrita en otra más amplia que era la vida evangélica como tal. 10 Cf. F. AizruRúA DoNAZAR, «To agapán allélous. Una lectura social de Jn 13,34- 35», en Lumen 49 (2000) 297-345. 11 1 R 9, 2. 12 Recordar la anécdota de Esteban de Borbón al respecto, San Francisco de Asís. Escritos. Biografías. Documentos de la época, BAC, p. 972. 13 Una es la dirección de los textos «legales» en la línea de la época que manda al religioso el alejamiento y aun el menosprecio de la mujer y otra la dirección del modo vital de Francisco con las mujeres cercanas: Clara, Jacoba, etc. Cf. 2 C 191.

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