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60 FIDEL AJZPURÚA DONAZAR, OFMCAP * Nuevas relaciones: No ha de extrañar que la cultura de la riqueza llegue a deteriorar las relaciones en todas sus dimensiones. Ha sido así desde la antigüedad. 50 Mientras que la cultura de la pobreza pone las relaciones en primer plano, no solo porque ha entendido lo que significan las carencias más básicas, sino porque esa vivencia ha desatado la ternura y el amparo a los débiles. Cuando la ambición queda controlada por una perspectiva dis– tinta de la vida y de la historia fluye la relación. Cuando la insaciable sed de bienes resulta ser el centro de la vida, la buena relación personal y social tiene contados sus días. ¿Es posible creer en un planteamiento así? Quizá nuestra honda herman– dad con el marco económico en el que vivimos, más fuerte sin duda que los cultivos evangélicos, nos lleven a esbozar una somisa. Pero es preciso seguir en la espera de manera lúcida y activa. Dice E. Sábato: «No podemos olvidar que en estos viejos tiempos, ya gastados en sus valores, hay quienes nada creen, pero también hay multitud de seres humanos que trabajan y siguen en la espera, como centinelas.» 51 Uno de esos «centinelas» es, en este tema, J. Sobrino. En muchas de sus páginas quiere hacer ver a las culturas de la riqueza cómo la cultura de la pobreza encierra valores y, sin duda, mucho más trascendentales para el devenir humano: «En un mundo configurado pecaminosamente por el dinamismo capital-riqueza es menester suscitar un dinamismo diferente que lo supere salvíficamente. Este dinamismo proviene del mundo de la pobreza. Y esa pobreza es la que realmente "civiliza", da espacio al espíritu, que ya no se verá ahogado por el ansia de tener más que el otro, por el ansia concupiscente de tener toda suerte de superfluidades, cuando a la mayor parte de la humanidad le falta lo necesario. Podrá enton– ces florecer el espíritu, la inmensa riqueza espiritual y humana de los pobres y los pueblos del Tercer Mundo, hoy ahogada por la miseria y por la imposi– ción de los modelos culturales más desarrollados en algunos aspectos, por no por eso más plenamente humanos.» 52 50 Leamos, por ejemplo, el substrato económico que subyace al libro del Génesis donde se viene a decir que la fraternidad es casi invivible a causa de los intereses económicos y de poder. El mismo Evangelio tiene un contenido primordialmente social y, derivadamente, económico antes que religioso. 51 E. SABATO, La resistencia, Barcelona 2000, p. 120. 52 J. SoBRINO, «Redención de las víctimas y globalización», en Concilium 293 (no– viembre 2001) p. 138; ver también: C. FRASSINETTI, La globalizacíón, vista desde los últimos, Santander 2001.
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