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ARTICULO$ los hermanos serían las condiciones exigidas para obtener la calificación de "conventual" para algunas igl,esias franciscanas {cf. Bula CUM TAMQUAM VERI, 5 de abril de 1250, de lnocen– cio IV}. La actividad o la opción por e:I trabajo ma– nual de algunos hermanos quedó severamente restringida a la ocupación ascética para evitar la oc,iosidad o al desempeño de los oficios do– mésticos, encomendados a los hermanos no clérigos {cf. San Buenaventura, Opera Omnia, t. VIII, p. 450). Obviamente, no todas las residencias serían "conventos", ni estarían ubicadas en ciudades pop·ulosas. Pero ,el convento quedaría como mó– dulo obligado de relerencia. Es de suponer que los egresados de las casas de estudio, entre los que se reclutaría a los ministros o responsables de ,las fraternidades locales, tratarían de mime– tizar, en su respectiva residencia, el género de vida de aquellas. El habitat ciudadano presuponía y exigía un modus vivendi peculiar, espiritual y ascética– mente, inclusive, muy distanciado ya del género de vida propio del habitat tugurial y eremítico de los orígenes. Ello no obstó para que muchos religiosos, entr,e ellos algunos compañ,eros de Francisco, se afincaran en los eremitor,ios a los que san– tificaron y enriquecieron con la ejemplaridad de su vida (cf. Flor IV, c. 5). Pero, para entonces, la vida eremíti~a y el eremitorio tenían las connotaciones casi exclu– sivas de vida •solitaria y contemplativa en edi• ficios pequeños· y pobres fuera de,( .recinto de las ciudades. O ,en los extramuros. De ahí la querencia suburbial del habitat franciscano. El Códi.go franciscano de la vida eremítica La eXlperiencia originaria de vida franciscana no es exactamente eremítica. No se vive en la ciudad; pero tampoco en el ~es·ierto. La evi– dente ruralidad del habitat franciscano tampoco se identifica con el habítat feudal y campesino del monasterio. Al princi 1 pio, sin ,embargo, el eremito,ri_o ~ la vida eremítica se pensaron en una radicaliza– ción absoluta. Y es que la vida en •los eremito– rios era ,apenas una opción de algunos her– manos. Tal aparece en el encantador opúsculo fran– ciscano "De la religiosa habitación en los ere– mitorios" atribuida a san Francisco. 132 Esta opción como tal, ern libre. Se podría cuestionar, por ,lo tanto, que toda la Fraterni– dad se constituyera en una orden religiosa de vida eremítica. A salvo, siempre, •el carisma per– sonal de algunos o muchos hermanos. En el opúsculo sobre la vida eremítica, explí– cita o implícitamente, se fija el módulo o pará– metro de todas las reformas franciscanas: sim– plificación del habitat, pequeño número de her– manos en ,el gmpo de convivencia, alternancia y rotación de actividades y la mística del en.. cuentro en los tiempo·s fuertes de convivencia. El habitat eremítico comprendería: una uni– dad residencial comunitaria, tipo choza o tu– gurio, un C'laustro y chozas para los hermanos que nevaban vida solitaria. Es curioso comprobar cómo e•I claustro o re– cinto cerrado aparece por primera y única vez en un texto franciscano para garantizar un sin– gular y ,extraordinario género de vida en ora– ción y soledad. Con ello se pone de manifiesto la estructura abierta, del habitat franciscano, so– lamente cerrado en áreas especiales para ma– yor comodidad de los hermanos consagrados a la vida contemplativa. El habitat conventual y urbano, que recintaría o enclaustraría todo el edificio, modificaría pro– fundamente la intencionalidad originaria de san Francisco, que pensaba y vivía una vida abier– ta, al ai~e y al ,sol de Dio,s, accesible a todos, en contacto directo con la natural·eza, para vi– vir, trabajar y orar. La estructura cerrada del ,edificio, ciudadano o rural, será dudo•samente franciscano. El pequeño número de hermanos en los ere– mitorios s·erá siempre ! una referencia obligada en todas las r,eforma:s que pretenderán una re– configuración eremítica del convento. Uno de los aspectos más sugestivos del opúsculo franciscano es el planteamiento que se hace de la que más tarde se llamaría "vida mixta", proponiendo un ritmo existencial de al– ternancias: contemplación y acción, soledad y vida comunitaria. En el caso de la vida eremí– tica, lo•s tiempos fuertes serán la contemplación y la vida sofüaria, para los que llevan vida anacorética. Pe.ro la aportación más meritoria es que los hermanos alternarán Ia vida activa con la con– templativa ,por tiempos determinados. Y lo más sorpresivo es que la vidai activa, la de Marta, se identifica con la vida comunHaria (cf. Const. ca– puchinas de 1536, 103}.

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