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ARTICULO$ Por eso, a título personal, como una contri– bución a la reflexión y discusión de estos te– mas entre los hermanos, propondría estos pun– tos: 1. La ORDEN CAPUCHINA está en mora de ofrecer una clara Identificación carismática. En las actuales Constituciones es difícil adivinar el diferencial carismático de la Reforma capuchi– na, tal como se presenta en la Bula RELIGIONIS ZELUS y en las "Ordenaciones de los Herma– nos- Menores de la Vida Eremítica". Incluso tal como puede comprobarse en la tradición de la Orden. 2. El hecho de haber reconfigurado aparen– temente la Orden Capuchina como un instituto de vida activa o apostólica, en vez de evangé– lica, altera profundamente la primigenia Inspi– ración de la Orden franciscana y de ,la Refor– ma Capuchina. Si con ello, sólo se ha preten– dido reconocer una situación de hecho, es pre– cisamente esta situación la que hay que revisar y renovar carismáticamente. 3. Los po,sitivos esfuerzos que se han reali– zado para enfatizar la importancia del ser so– bre el hacer de la vida evangélica sobre ta ac– tividad apostólica deberán reincorporarse al texto fundamental. No sólo a nivel de princi– pios, sino también de normas concretas de vi• da Uegado el caso. 4. No sólo ,la Orden capuchina, sino también todos los demás institutos franciscanos, debe– rán recuperar el primitivo pluralismo de vida y actividad de los orígenes. Por eso, deberá fre– narse la galopante escalada por asumir nuevos y más exigentes compromisos pastorales que impiden la posibilidad de otras opciones de vi– da franciscana, según el carisma personal. Esto en manera alguna supondría la supre– sión o Inhibición de •los hermanos frente a la urgencia evangelizadora de nuestro tiempo. Se trataría de un cambio de metodología pastoral o misionera, al modo franciscano, ya que "el prin– cipal apostolado del hermano menor es vivir en el mundo la vida evangélica en verdad, simplici– dad y alegría" (Const. 141, 1). 5. Este pluralismo de vida y actividad exigi– ría replantear los módulos habitacionales de los hermanos, según tas diferentes opciones, evi– tando la actual hibridación, con perjuicio de la vida fraterna y comunitaria. Algo de ello se apunta ya en las Constituciones, pero se ha podido desestimar por considerarlo incompati– ble con un falso sentido de fraternidad (Cfr. Const. 78, 2 y 128, 1). Por eso deberían exis- 142 tir módulos habitacionales y sociológicos para los hermanos que estudian, se dedican a la en– señanza o a cualquier otra actividad, o se ocu– pan en otras actividades pastorales. Al no hacerlo así se produce un fenómeno de hi– bridación de la vida fraterna y comunitaria y el módulo referencial es el hotel o residencia. De tres o -cuatro estrellas, en ocasiones, ha– blando en jerga turística. 6. Se deben promover comunidades de tipo eremítico-contemplativo, según el módulo ori– ginariamente franciscano o capuchino con una debida revaluación del trabajo que despeje el prejuicio conventual de la vida contemplativa anterior. Estas comunidades o fraternidades deben ser consideradas como fraternidades de terapia o clínicas de vida f.ranciscana. Y por ellas deberían pasar todos los hermanos de vez en vez. De no ser posible, se deben mantener al– gunas comunidades de tipo tradidonal reno– vado para que los hermanos puedan retirarse a ellas, incluso obligatoriamente, de tiempo en tiempo, cualquiera sea su opción apostólica de vida, y por períodos más o menos largos, ya que sin la alternancia de vida apostólica y vi– da "conventual" se deteriora profundamente la vocación religiosa y franciscano-capuchina (Const. 43, 1). 7. El módulo de fraternidad eremítica o ru– ral deberá mantenerse incluso como una op– ción de vida habitual para los hermanos con especiales condiciones para ello. Por eso, de– berán alentarse los tímidos intentos que se hagan en el sentido de re,cuperar la dimensión eremítica perdida de nuestra Orden. Sin que tengamos que incurrir en anacronismos cultu– rales. Lo que interesa salvar es la constante nuclear de la vida eremítica o retirada. Hoy tendría un valor pastoral incuestionable nuestra continuidad o retorno al habitat rural, frente al éxodo campesino en busca de la ciudad, que deja abandonadas pastoralmente extensas "reservas" de vida cristiana, al bus– car también el clero secular frecuentemente la~ "luces de la ciudad". Aunque no fuera eso, bastaría el hecho de que estemos asistiendo al nacimiento de "un nuevo romanticismo que arrincona una fe posi– tivista y crítica la ~speranza de una ventura definitiva que daría el progreso y la ciencia; surge la contra-cultura corno protesta de la cultura reinante en la sociedad industrial de consumo para liberarse de,I infierno hediondo y triste de la civilización técnica y urbana; pu-
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