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Los predicadores, además de la cuaresma, deberán predicar en las fiestas y otras solem– nidades que ocurran. Deberán ser de buena vi– da, ejemplares, y su predicación será sobria y austera, sin adornos de lenguaje ni sutileza de especulación (n. 24). Un breve comentario del texto El resumen anterior nos daría el sumario del proyecto de vida de los "hermanos menores de la vida eremítica". Los textos apenas necesitan comentario. Pe– ro es obligado resaltar algunos puntos como la importancia dada a la oración personal y men– tal, la austeridad de vida y pobreza, y la es– casa opcionalidad para la actividad apostólica. La importancia dada a la oración personal o mental obedece a dos instanc,ias: la instancia franciscana originaria de la oración personal y solitaria y la instancia cultural contemporánea de la oración mental. La devotio moderna valoraría de manera exa– gerada, desde nuestra actual perspectiva teo– lógica, la oración personal sobre la oración co– munitaria y litúrgica de la edad anterior. La oración personal se identificó con la ora– ción mental. La oración mental se identificó con un sistema o una metodología de la oración, fuertemente r,eglamentada. Sea como fuere, la oración personal o men– tal se consideró como una herramienta necesa– ria para -la reforma de vida. Entonces y ahora. Pero hoy se han delimitado las áreas y los equí– vocos anteriores entre la oración :personal, pro– piamente dicha, y la actividad mental o sicoló– gica que ,está sujeta culturalmente a una nueva metodología. La vida anacorétic¡¡i2. como componente de la vida eremítica, queda bien diferenciada en el texto. Pero la vida anacorética tuvo una dura– c,ión muy efímera. Esta opción será reconocida en las Constituciones de 1536 todavía. El texto de 1552 desconocerá esta modalidad de vida solitaria. La eremitización del habitat capuchino ape– nas reconfiguró el convento tradicional en una línea de pobreza, austeridad y ruralismo. Debe ponerse de relieve la escasa opciona– lidad para la vida apostólica de los hermanos. La vida capuchina tiene una autonomía en sí misma, no está en función de otras activida– des. Con ello se afirma la prioridad del ser so- ARTICULO$ bre el hacer, de la vida sobre la actividad. La misma oración e•stará más en función de la vida fraterna que de •la eficacia apostólica. VI. LA OPCIO·NALIDAD CARISMATICA DE LOS CAPUCHINOS, HOY La Reforma capuchina No es del caso historiar el largo proceso his– tórico de la Orden capuchina en estos 450 años de su historia. Hace mucho tiempo que esta modalidad de vida franciscana dejó de considerarse como "reforma": ha sido apenas una de las tres op– ciones institucionalizadas de vida franciscana. Ni más ni menos. Por lo mismo, no siempre será fácil indivi– dualizar el diferencial carismático de la Orden Capuchina con respecto a las otras familias franciscanas. Al menos en nuestro tiempo y a partir del Concilio Vaticano II que colocó a to– dos los institutos franciscanos en el camino de vuelta a las fuentes del carisma fundacional. La deseada renovación, ciertamente, implica la acomodación del carisma originario a las cambiadas condiciones de los tiempos (PC 2-3). Lo que, siendo válido, ha podido exagerarse en ocasiones. La instancia de futuro nos ha ,llevado a le– gitimar formas de vida y actividad inmediata– mente anteriores que se consideraron exigen– cias culturales y que han quedado sin revisar o s•in renovar. En este sentido, además, se han podido asumir nuevas formas de vida y activi– dad, dudosamente compatib,les con el carisma de la vida religiosa y franciscana. Y no son precisamente las generosas experiencias de vi– da y actividad franciscanas en una línea de bús– queda y verificación carismática. Experiencias que tratan de acomodar a nuestro tiempo el pri– mer género de vida franciscana. Más bien de– beríamos referirnos a otro tipo de actividades, sobre todo pastorales, que, al asumirse indis– criminadamente, consumando el anterior proce– so de clericalización, han reconfigurado a las órdenes franciscanas como institutos de vida activa. Tal sería el caso del ministerio parro– quial que, aún debiendo aceptarse en ocasio– nes, debería haberse sometido a un proceso de "franciscanización", o si se quiere de "desc·le– ricalización". Los nuevos códigos renovados, a pesar de sus mucho·s aciertos, no todos han conseguido despejar los equívocos, fijando más bien algu- 139
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