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Contribución de la teología franciscana 707 mente buscado y confesado hacia el antropocentrismo más radical. Desde ahora el pensar humano y el trabajo del hombre en general ya no tendrán otra ocupación que el hombre: su ser, sus proble– mas, sus proyectos de futuro 6 • Con L. Feuerbach la inversión antropocéntrica se torna « reduc– ción antropocéntrica » completa, radical, universal. El hombre occi– dental que bajo el régimen de Cristiandad no había tenido tarea más noble que la de hablar de Dios, hacer teo-logía, sufre ahora un proceso de reconversión profunda: se esfuerza en superar la época anterior, la descalifica como estado de extrañamiento y alienación y quiere retornar hacia si mísmo. Comprende que la realidad supre– ma, lo que en último término interesa al hombre es el hombre mismo. Ningún sentido tiene ya el seguir haciendo teo-logía; sólo la tarea de hacer antropología justifica el esfuerzo del hombre. K. Marx, F. Nietzsche, E. Bloch y otros pensadores posteriores han añadido matices y aplicaciones complementarias de este antropo– centrismo radical. Que por ser tal no puede ni quiere realizarse sino lejos de Dios o contra Dios. Sea como ateísmo escéptico, agresi– vo; de base liberal o de confesionalidad marxista. Ante el proceso seguido por el antropocentrismo radical hasta nuestros días cabría hacerse alguna pregunta que ayude a valorar, desde una perspectiva teológica, lo que ha ocurrido y está ocurrien– do en torno nuestro. Sobre todo en estos últimos decenios en que parece que el antropocentrismo ha llegado al cenit de su manifesta– ción y da señales de agotamiento. El problema primero que plantea a la teología es ,el de el aprovechamiento positivo de las energías despertadas por el antropocentrismo. La teología cristiana debe de– jarse fertilizar por las « semillas del Logos » universal que el antro– pocentrismo ha liberado y esparcido por el mundo. La teología debe ofrecer una mirada de benevolencia y acogida hacia el problema humano que subyace en el giro antropocéntrico y a lo razonable de la crítica que supone para un teocentrismo absolutista y opresor en tantos casos. Pero también con una mirada crítica, primero hacia el propio interior de la teología y luego hacia su interlocutor. 6 « El hombre, dice Feuerbach, es el Dios del cristianismo, la antropología es el misterio de la teología cristiana. La historia del cristianismo no ha tenido otra tarea que desvelar este misterio, realizar y reconocer la teología como antropología». L'essence áu Christianisme, Paris ed. Maspero 1973, 523.

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