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Contribución de la teología franciscana 755 bre y lo «glorifica»; pero la perspectiva desde la que se mira y rea– liza esta « glorificación » es distinta. El hombre es llamado a poner en acción todos los resortes de su generosidad para entregarse al servicio generoso de otro, rompiendo los límites de su egoísmo ingé– nito. Con ello entraría de verdad, y sólo así, en el Reino de la liber– tad. Dice Duns Escoto que en el amor egocéntrico, en el amor de interés y deseo (amor commodi, amor concupiscentiae) no llega el hombre a ejercer propiamente su libertad, porque queda todavía dentro del reino de la naturaleza, de la necesidad. El hombre sólo entra en el Reino ele la libertad cuando ama - a Dios, al hombre, a las cosas - con amor de complacencia y de liberalidad. Lo que, en última instancia, distingue al hombre de los demás seres de la na– turaleza es la capacidad de realizar actos verdaderamente libres, cuales son los actos de amor altruista, de generosidad. El hombre, en su lenguaje teológico, lo definiría Duns Escoto, como un ser capaz ele caridad (capax caritatis). Y ello tanto en sus relaciones con Dios como con los otros hombres. Por tanto, el hombre no es interpelado en lo mejor de su ser cuando se le invita a abrazar una religión que responde a sus necesidades o intereses aunque se digan profundos; sin cuando se le invita a aceptar una religión de la generosidad. Entonces queda liberado, por fin, de sí mismo, y entra en el Reino de la libertad. Si hay alguno, éste es el Mensaje permanente de la TF. Este es también un camino con futuro para cualquier forma de teo– logía cristiana y, sobre todo, de cualquier praxis cristiana que haya de ser gratificante para el hombre de hoy.

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