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Contribución de la teología franciscana 753 idea de un Dios útil para el hombre y, en cierto sentido, al serv1c10 de él. La crítica moderna del deismo ha señalado que Dios no es necesario, ya al hombre ni para la explicación y dominio del mundo físico, ni en el campo del mundo moral, ni en el de la vida social ni a nivel de la metafísica. Tambien está desprestigiada la imagen de Dios como cifra del supremo interés humano. ¿Dónde pues, en qué zona de la vida humana ponemos a Dios como Libertador a quien el hom– bre reciba gratamente En el momento de la celebración de la vida, en el momento de la fiesta, de la alegria y del triunfo, allende el interés, necesidad, utilidad. No es casualidad que, después de la crí– tica al Dios del interés, al Dios tapahuecos de las necesidades huma– nas haya surgido el anhelo de encontrar a Dios y a los hombres en el momento de la fiesta y de la celebración. Siguiendo esta línea ha– brá que decir que el momento privilegiado para demandar la pre– sencia de Dios entre los hombres es el momento de la fiesta y de la celebración. Para que « vuestra fiesta no tenga fin», según reza el título de un conocido libro del Hno. Roger. Para eso necesita el hom– bre más que nada a Dios. Su presencia en la historia humana debe ser tan gratuita como la presencia jovial, libre de dos en una fiesta. Primordialmente Dios no se hace indispensable para el triunfo del hombre sobre la muerte, la injusticia, la finitud adversa. Comentando la narración del Génesis sobre la institución del día de sábado, dice san Pedrn Damiano que Dios será el sábado del hombre y el hombre será el sábado de Dios 52 • Es conocida la uto– pía de E. Bloch al proponer el sábado como el momento ideal en que el hombre realizaría el pleno desarrollo de sus virtualidades. Sólo en el séptimo día el hombre encontraría la plena realización de sí mismo. Pues bien, en este momento aparece Dios como el Sábado del hombre. Pero el hombre es también el Sábado de Dios. Con ello quiere decirse que las relaciones Dios-hombre estarán presididas por la alegría y la generosidad de dos personas en fiesta. Finalmente, si 52 « Roe itaque modo et horno fit Sabbatum Dei, et Deus Sabbatum hominis; cum ipse in Deo, et Deus in eo requiescit (Ep II, 5, PL 144, 264c). Más adelante dice que así retornó el hombre a la dignidad primordial. Ya se sabe que el « paraiso » es el símbolo de la perfección humana, del hamo absconditus que se ha de revelar. Unicamente que el hombre actual coloca el « estado para– disíaco» delante de nosotros, no en los primeros orígenes, como los hombres antiguos. Laurentianum - An. XXVI 48
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