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Contribución de la teología franciscana 747 del hombre. El hombre viador, por estar satisfecho de sí mismo, por cansancio, por afán de dominar al otro no quiere comprender con frecuencia la fugacidad, contingencia, relatividad de ,cualesquiera conquistas del hombre. Por eso la presencia del sentimiento peregri– no-escatológico en la vida ejerce función liberadora, creadora, esti– mulante, a fin de que los logros humanos no se tornen pesado mate– rial fósil que impida el avanzar. Si se interpreta el éxodo y el exilio como una especie de « exis– tencial» constante e inseparable del vivir humano, esta convicción impulsará de continuo al hombre a marchar hacia empresas siempre mayores. El misterio escondido del hombre no se revela nunca del todo en ninguna de sus múltiples realizaciones históricas. El hombre es, por naturaleza, un ser futurizo, lanzado hacia el futuro. Esta cua– lidad radica en el hecho de tener libertad, espíritu no sujeto ni si– quiern a las leyes del proprio conocer y lograr. El Hombre verdadero es « el que ha de venir». La Escritura reserva este calificativo tan excepcional al proprio Dios y a su Ungido. El humanismo radical, consecuente con su convicción de ser « poscristiano » recupera para el hombre aquella noble y estimulante cualidad. La teología cristiana actual devuelve al Dios de la Biblia este atributo suyo. Pero lo hace en forma que quede claro cómo Dios, « futuro del hombre », imprime a éste un enérgico impulso por el futuro que ha de realizarse en un « modo divino» insuperable y gratuíto, superior e inesperado para las espectativas que podría albergar el hombre como ser futurizo. 8. - Religión del interés - religión de la generosidad La religiosidad de propensión antropocéntrica domina en el hombre occidental desde finales de la Edad media en forma pro– gresiva. Coincide con la prevalencia de la dimensión soteriológica que es una de las formas típicas básicas de la religiosidad humana. Dimelísión que, por lo demás, es insuperable y aparece en la misma religiosidad cristiana. Precisamente porque, aúnque sea superándola, nunca deja de ser del todo «religión». En esta línea de deslizamiento se ha llegado a lo que justamente se llama la « religión del interés » y ver a Dios cuando se cuenta con El (aunque sólo sea en forma dialéctica), como la cifra del supremo interés. Como superación y medicación para esta dolencia de la religiosidad moderna me parece ser oportuno revalorizar el empeño de la TF por proponer una reli-

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