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Contribución de la teología franciscana 745 mundo, de la peligrosidad «originaria y primordial» y por tanto, pe– renne e insuperable, del afán humano de poseer «en proprio» cualquier bien: riquezas/bienes materiales, culturales, espirituales, a sí mismo. No e5 sólo el cristianismo, pertenece a las convicciones arquetípicas más arraigadas en los mitos y en la sabiduría moral de la humanidad el señalar el afán de tener sobre el afán del ser como una fuente irrestañable de malestar en la convivencia humana para la realiza– ción equilibrada y fecunda del ser humano tanto a nivel individual como social. La servicialidad de que aquí hablamos asume y completa las fun– ciones que s~ suelen asignar a la « minoridad », elevándola a la ca– tegoría de «diaconía», de entrega generosa, humilde a las necesida– des de los hermanos. El sentido peregrinante y viador de la existencia humana es muy característico del ideal de hombre y cristiano que quiere reali– zar el franciscanismo. El Vaticano II asumió esta dimensión de la vida humana a nivel de la existencia entera de la Comunidad de los creyentes, grupo de peregrinos hacia la patria celestial, hacia el Se– ñor. Especialmente la vida religiosa-consagrada se propone como un testimonio de los valores escatológicos del Reino. En forma entusiás– tica, anticipatoria, carismática, profética se proclama que los valores del Reino se realizan ya-ahora por la fuerza del Espíritu 43 • Este talante peregrino-escatológico del que se quiere impregnar la vida del hombre está cargado de ambivalencias, por lo que se refiere al tema que nos ocupa: la colaboración de la praxis francisca– na de la caridad fraterna a la construcción de la Ciudad/Reino del hombre. Por una parte, es inevitable hacerse esta pregunta: a un hombre que se proclama peregrino y forastero en este mundo, ¿es ni siquiera honrado pedirle que colabofle en la construcción de la Ciudad? Caso de que se le pida colaboración ¿qué es lo que tal hom– br~ puede normalmente aportar? Incluso quede caer sobre él la sospecha. Ya su actitud, pero especialmente sus prédicas sobre la fugacidad del mundo y de las creaciones humanas pueden resultar disolventes, desmoralizadoras para los ciudanos que se afanan en la construcción de una morada estable y acogedora para la humanidad. 43 Conc. Vaticano II, Lumen Gentium cap. VII.

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