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742 Villalmonte mensión o vertiente práctica y concreta de la praxis cristiana sería el momento de reactualizar la tradicional preferencia franciscana por el testimonio viviente, (por el sermón de fray Ejemplo) sobre el discurso teorizante e impersonal. Vale del todo el dicho de san Francisco aplicado el tema globalmente considerado: tantum seis quantum operaris. Es decir que la teoría de la praxis cristiana de la caridad política se « verifica » en su operatividad sobre la realidad concreta, para mejorarla. De todas formas la utopía franciscana de la fraternidad universal - corno, por lo demás la utopía cristiana en general-, no ha encontra– do una realización histórica ni siquiera medianamente satisfactoria. Más aún, la Cristiandad debe aguantar con el rep11oche de haber desatendido durante siglos el cumplimiento de este quehacer básico suyo, más áun de haber colaborado demasiadas veces - por comisión y por omisión -, con los poderes humanos que obstaculizaban la rea– lización de la utopía. Con referencia especial a la TF indicamos algunos de los obstá– culos mayores que en épocas pasadas impidieron una colaboración seria de los diversos grupos cristianos a la realización del ideal de fraternidad humana universal. Sin querer ser exhautivos, ni siquiera completos. Hacemos a penas alguna indicación. Si las deficiencias de la TF las leemos desde una perspectiva fi– losófica señalaríamos su causa más universal en el idealismo en la concepción e interpretación de la realidad. Desde una perspectiva o lectura teológica hablaríamos del espiritualismo intenso en la manera de entender la realización práctica de la caridad fraterna. Ambos factores operan en perfecta simbiosis. El idealismo constituye la base cultural y la preconcepción :filosófica que condiciona la lectura espiritualística de los datos inmediatos del NT sobre la praxis del amor para con los hermanos. El idealismo antropológico - de ascen– dencia platónica, neoplatónica y estoica -, impulsó a entender al «hombre-hermano» a quien hay que atender, corno una especie de espíritu desterrado, abrumado si por necesidades y miserias, pero to– das ellas de índole «espiritual», inherentes al alma. Las provenientes del cuerpo, de la condición encarnada y terrenal del hombre se las consideraba o bien fatalmente inevitables o bien indignas de fijar la atención. Por eso el amor y cuidado del hermano se refería cons– tantemente a su« alma», a las necesidades del espíritu.

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