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Contribución de la teología franciscana 705 denominaciones subsidiarias y de similar orientación básicamente antropocéentrica. Todas ellas tienen en común el haber desplazado su reflexión - en forma más o menos intensa, generalizada y conse– cuente -, desde « Dios » y su acción •en la historia de salvación, hacia el «Hombre», centrado él en la tarea de construir su propia historia cismundana. Con cierta aproximación cabría decir que las cosas, las personas y los proyectos con quienes tratamos son tratados no ya « sub ratione Deitatis », como en la teología clásica, sino « sub ratione humanitatis »: el hombre es colocado como centro referen– cial, preferente, exclusivo - según matices dentro del giro - de todo saber y actuar en el mundo. Si bien el « hombre » que en cada sistema es asumido como centro, ofrezca perspectivas claramente dis– tintas en cada caso. Este giro o inversión antropocéntrica de la teo-logía no ha de in– terpretarse como una de esas modas teológicas, creadas por el gusto moderno hacia la última novedad, por el afán de publicidad, por con– descendencia con el consumismo extendido inclusive a las creaciones más elevadas de nuestra cultura. Es el signo de toda un larga época histórica. Se trata de la culminación de un secular proceso que viene cumpliéndose y sedimentandose en los últimos siglos de nuestra cul– tura occidental. Cumplido ya este prooeso en lo sustancial y llegados a las últimas consecuencias, nos resta ahora reflexionar sobre éstas y marchar desde ellas hacia un nuevo futuro. Por lo que a la teologí~ se refiere, se la pide que asuma, enjuicie y supere - en forma positiva y enriquecedom para su propia visión del hombre y de Dios - este magno acontecimiento histórico. El giro antropocéntrico de nuestra cultura habrá que recibirlo y leerlo como una de las grandes « señales de nuestro tiempo ». También como una señal que el Espíritu nos hace. Descubrimos aquí una de las primordiales tareas de la teología cristiana en el más inmediato futuro. Pero - de nuevo bajo el im– perativo de nuestro tiempo -, la teología no debe limitarse a con– templar cómo va surgiendo el futuro delante de nosotros; debe más bien trabajar por crearlo activamente. El futuro de la Comunidad creyente y el futuro de la sociedad humana con la que convive. Dentro de esta universal tarea de la teología cristiana ¿cabe pedirle una aportación específica y relativamente valiosa a la TF? ¿Podrá la TF ofrecer alguna respuesta de interés a los interrogantes que el giro antropocéntrico de la cultura tiene planteados a la conciencia cr.istiana en la actualidad? - Tratamos de indicar algunas pistas por donde podría orientarse nuestra andadura en esta dirección. Laurentianum - An. XXVI 45

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