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738 Villalmonte · la caridad fraterna está marcada por la presencia en ella de Cristo muerto y resucitado ¿Qué significa concretamente esta presencia o memoria de Jesús crucificado-resucitado? Tema que, como es sabido, está en aguda discusión por parte de la teología. Para centrar de algún modo los límites de esta amplísima cues– tión podríamos adoptar este esquema en que se establece la rela– ción entre las diversas praxis humanas. Veamos la relación entre las diversas formas de praxis humana en sí mismas y su referencia al objetivo final, la realización del ser humano en forma siempre más perrecta. La praxis humana realizadora del hombre acabado implica estas tres etapas, inseparables e integrantes de una praxis global: - produción de bienes para satisfacer la demanda de las ne- cesidades del hombre, contemplado en todas sus dimensiones. - distribución equitativa, igualitaria y universal de los bienes, - disfrute de los bienes en convivencia fraternal y festiva. Dentro de este proceso parece claro que el lugar propio de la praxis teológica de la caridad fraterna es el tercer momento: pro– mover y vivificar la celebración fraterna de la vida humana en el disfrute alegre y festivo de los bienes de la tierra. Sin embargo, por un efecto de retro-operación la caridad fraterna debería encontrar modo de hacerse presente en las etapas anteriores de producción y distribución de bienes. ¿Puede la praxis de la caridad fraterna encon– trar dentro de sus propios postulados, motivos y fuerzas para estimu– lar la mayor producción de bienes terrenos y luego para una distri– bución más justa de los mismos? Casi seguro que la teoría de la praxis cristiana, lo que llamamos « teología de la caridad » ha queda– do muy pobre, durante siglos a la hora de aplicar sus virtualidades 2- la tarea de producir bienes de consumo y disfrute e incluso a la hora de distribución humana y justa. Por lo que se refiere al primer mo– mento tenemos el hecho de que, por los motivos que fuese, los hom– bres, incluídos los cristianos, no se sentían impulsados a explotar enérgica y sistemáticamente la naturaleza en orden a promover la producción de bienes. Se contentaban con recoger los frutos que espontáneamente produce la tierra o sólo negaban a promover una explotación artesanal y rudimentaria. Mucho menos la teología de la caridad pudo tratar el problema de hasta qué punto la caridad fra– terna podía/debía impulsar al creyente a la creación de riqueza para

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