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Contribución de la teología franciscana 727 Desde una perspectiva humanista la grandeza que la teología - en el caso la TF - se •esfuerza por acumular en torno al hombre en realidad y en última instancia en vez de enriquecerlo lo empo– brece y le roba su propria identidad en forma radical; siquiera sea con la ilusión y agrado con que un narcótico hace olvidar los momentos inaguantables. Es el famoso motivo de la crítica del cris– tianismo por obra de Feuerbach, de Marx. Podría resumirse la intención de esta objeción en la interpretación marxiana del mito de Prometeo. Encadenado por Zeus a la roca y desgarrado por el buitre se niega a aceptar la libertad y los honores que se le ofrecen si ellos han de venir por conmiseración de los dioses. Preferible seguir soportando el destino, que es suyo, antes que deber nada a nadie, que haya de ser reconocido y aceptado como superior al hombre. Este mito recoge una actitud constante del espíritu humano frente a una religión como el cristianismo que habla del ser, del poder y del destino del hombre como de un don gratuito debido a la generosidad de Dios. Por eso no resulta anacrónico decir que esta dificultad la encontramos en un momento decisivo de la antro– pología teológica. En el prólogo de la Ordinatio se ocupa Escoto en determinar cuál es el sentido, el fin último de la vida humana. En– cuentra fuerte oposición entre los «filósofos» y los «teólogos». Los filósofos, preocupados por la «dignidad» de la naturaleza huma– na se niegan a admitir que el hombre tenga un fin último que no sea suficientemente cognoscible para la inteligencia humana y normalmente asequible con el esfuerzo de su voluntad. La propuesta de los « teólogos » que asignan como fin último y perfectamente beatificante la visión y el amor intuitivo de Dios, bajo la aparencia de exaltar la dignidad humana en realidad la envilecen ya que, con no menor energía, se afirma que tal fin es incognoscible e inalcanzable por el despliegue de las energías cognoscitivas y apetitivas del hombre. Las cuales necesariamente fracasan en el intento de con– seguir semejante fin por presentarse como «sobre-natural» en abso– luto. Con ello colocan al hombre en inferioridad de condiciones, lo rebajan con relación a los otros seres de la naturaleza que tienen en sí posibilidad r,eal de conseguir el fin por el desarrollo de sus proprias, internas virtualidades. Duns Escoto replica con energía que el proyecto de vida ofreci– do por los teólogos en modo alguno implica un envilecimiento de la naturaleza humana; non vilifico naturam! Al contrario, es precisa-

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