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714 Villalmonte los numerosos problemas que este desplazamiento desde la ortodoxia hacia la ortopraxis plantea a la teología dentro de su propio terreno y de cara a la inculturación que se busca dentro del mundo actual. Se debe reconocer que con esta prevalencia de la ortopraxis la teolo– gía cristiana vuelve a sus propios orígenes y a las raices más fértiles de su historia. El cristianismo es una farma vitae antes de ser una farma mentís. La teología es el momento reflexivo que ocurre y debe recurrir en el desarrollo sano de la vida de la Comunidad Desde una experiencia comunitaria de los contenidos de la fe se va hacia otra forma más perfecta y plena de experiencia comunitaria de estos mismos contenidos. El retorno y recuperación de la prio– ridad de la praxis ha tenido lugar bajo el impulso externo del am– biente cultural dominado por el empirismo, pragmatismo y praxis– mo de tipo marxista. Pero es indudable que la teología, bajo este impulso, se ha visto provocada a reflexionar críticamente sobre sí misma y a purificar saludablemente algunos errores cometidos en tiempos pasados. El paso último y, desde la perspectiva de la ortodoxia tradicio– nal el más comprometedor, hay que darlo cuando a la praxis cris– tiana especifica - la praxis del amor fraterno - se le reta a asumir un compromiso político, bajo las ,exigencias que lleva consigo la rea– lización concreta del amor fraterno y no sólo su proclamación retórica. 4. - Una opción « política » para la teología cristiana. Inseparable de la orientación práxica de la cultura actual y nominalmente de la antropología, está teniendo lugar el empeño por « desprivatizar » la praxis de la caridad fraterna tanto en su ejerci– cio práctico concreto como en la teoría de la praxis que ha de acompañar al ejercicio de la caridad: la teología de la caridad. En efecto, la teología de la caridad fraterna no llegó a su per– fecto y merecido desarrollo en tiempos pasados. Lo cual acontece con todas los grandes temas de la teología cristiana. La teología clásica de la caridad fraterna es tachada, desde la hodierna perspec– tiva cultural, de haber quedado notablemente anquilosada en una consideración individualista, interiorista, espiritualista, idealista, eva– dida hacia la esperada vida ultramundana. No se preocupaba sufi– cientemente por la realidad concreta del hombre como ser inmerso en la corporeidad, en el dinamismo del cambio y de la historia, bajo

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