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al preguntarse por qué existe algo y no más bien la nada. Heidegger le obje– tará el que intente solventar el problema del ser por una motivación mera– mente teológica. Pero Leibniz tiene otra perspectiva. Y desde ella razona en estos términos: « Ratio est in Natura, cur aliquid potius existat quam nihil. Id consequens est magni illius principii, quod nihil fíat sine ratione... Et ratio debet esse in aliquo Ente Reali seu Causa... Hoc autem Ens oportet necessarium esse, alioquin causa rursus extra ipsum quaerenda esset... Est scilicet Ens illud ultima ratio rerum, et uno vocabolo solet apellari Deus » 7 • Se repite por muchos comentaristas el que Heidegger ha centrado el problema metafísico en torno a la pregunta de por qué existe el ser y no la nada. Se olvida el que esa pregunta en su primer brote es de Leibniz. Y también es de este filósofo una respuesta más profunda que la de Heidegger, el cual busca inútilmente una consistencia y fundamentación en el « ser», de la que éste carece. Volviendo al texto de Leibniz advertimos que éste se escalona en tres ascensos mentales. En el primero afirmar Leibniz que tiene que darse en la naturaleza una razón de que exista algo. Lo exige el gran principio de Razón suficiente. En el segundo, la mente advierte que esa razón o motivo debe hallarse en un ente real. En el tercero, deduce que ese ente real fundamen– tación de todo lo existente, es el ser necesario, es decir, el ser que no necesita hallar fuera de sí la razón de su existencia. De todo esto con– cluye que este ser no puede ser otro que Dios. Dios es, pues, el motivo y fundamento de que el ser prevalezca sobre el no ser. Con una frase de corte existencialista, pocas veces recogida por los comentaristas del gran pensador, afirma éste: « Ens necessarium est Existen– tificans » 8 • Con esto queda justificado por qué se da el ser y no la nada. El ser necesario halla en sí mismo su plena justificación. Y este ser es « Existen– tifi,cans » respecto de todos los demás. Pero con ello aún no queda explicada la armonía cósmica que demanda una explicación ulterior. ¿Dónde se halla ésta? En este momento Leibniz nos traslada del mundo percibido por la cien– cia humana a la intimidad de Dios. En un momento cumbre de su obra más sintética, La Monadología, nos hace asistir al surgir de todas las cosas desde Dios. « En Dios, escribe, hay el poder que es el origen de todo; después el conocimiento, que contiene el pormenor de las ideas, y, por último, la vo– luntad que lleva a cabo los cambios o producciones según el principio de lo mejor» 9 • Desde nuestra perspectiva actual nos interesa subrayar sobre todo el segundo momento del texto, es decir, la afirmación de que en el conocimiento 7 Die Philosophischen Schriften. Ed. C. J. GERHARDT, Berlín, t. VII, p. 289. 8 L. cit. 9 Die phil, Schr..., t. VI, 615, n. 48. 587

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