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señalaremos en qué consiste la revolución copernicana de Kant contra la verdad ontológica. En la tercera veremos la prolongación y reajuste de Kant en Heidegger, quien no llega al ser, sino a una via muerta que apunta más bien a la nada de la finitud. Finalmente, en el cuarto repensaremos desde esta perspectiva histórica la clara y límpida visión tomista de la verdad trascendental, de la verdad ontológica, raíz y fundamento de toda verdad. { l. LA VERDAD ONTOLÓGICA EN LEIBNIZ. La doctrina de los trascendentales es una de las aportaciones más genia~ les de la escolástica del siglo XIII. Su historia muestra que la metafísica escolástica no es mera repetición de la metafísica griega. Pues si de esta doctrina se hallan precedentes en Platón y en Aristóteles, más en el segundo que en el primero, ninguno de los dos pensadores llegó a una sistematización clara en este importante problema. Por lo que toca más particularmente al verum trascendentale la meta– física de Santo Tomás alcanza una de sus cúspides más luminosas. En ella se dan cita los esfuerzos anteriores para clarificar las relaciones entre la verdad y la inteligencia. En las Quaestíones de Veritate el Doctor Angélico ha llegado a fórmulas definitivas. Las repite en la Summa Theologica, que en forma abreviada recopila toda su enseñanza. He aquí un texto esencial que citamos por su profundo contenido, al par que por su límpida trans– parencia y que va a ser un punto constante de orientación en esta reflexión: « Unaquaeque res dicitur vera absolute secundum ordinem ad intelletum a quo dependet. Et inde est, quod res artificiales dicuntur verae per ordinem ad intellectum nostrum... Et similiter res naturales dicuntur esse verae, se– cundum quod assequuntur similitudinem specierum, quae sunt in mente di– vina » 3 • Esta doctrina, con mensaje eterno para la mente humana, hace su pri– mera crisis en estas palabras de Suárez: « Creaturae consideratae tantum secundum esse essentiae non habent veritatem essentiae ex conformitate ad divinam mentem, seu ideam; non enim horno est talis essentiae quia talis cognoscitur a Deo, sed potius ideo talis essentiae cognoscitur quia talis est essentialiter » 4 • Estas palabras abren la puerta a una autonomía plena de la metafísica. Esta autonomía se hace sentir hoy más que nunca. Ya en la introducción de nuestro estudio citamos un texto de S. Rábade, muy bajo el influjo del texto citado de Suárez. De modo más moderado, pero ya en esta línea, J. Lotz distingue dos clases de verdad: la verdad óntica primaria y la verdad óntica secundaria. La primera compete al entendimiento divino « a quo· omne verum onticum constituitur ». Esta afirmación rectifica en parte a 3 Summa Theol., I, 16, le. 4 Disputationes metaphysicae, VIII, sect. VII, n. 13. 585
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