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puede provenir más que de la inteligencia humana que conoce. Pero si en la cosa ya se da esta inteligibilidad, porque encierra en sí la verdad meta– física, entonces el problema ha de consistir en cómo desvelar esa verdad metafísica que no siempre se hace patente a la primera actuación del pen– samiento. Quedaría muy manca esta reflexión sobre la verdad metafísica en la síntesis del Aquinate sin una ulterior reflexión sobre la mente humana que llega a captarla. ¿Como es, en efecto, posible que la mente humana haga suya la verdad metafísica? Desde Kant hasta Heidegger la relación de la mente a la verdad se acepta como un nudum factum. La mente organiza y constituye la verdad, dice Kant. La mente desvela la verdad del ser, no la constituye, le replica Heidegger. Pero ni uno ni otro pasan del nudum factum. Constatan, afir– man, pero no fundamentan. Siglos antes Tomás de Aquino se preocupó de hallar el fundamento último de por qué la mente humana tiene la capacidad de captar la verdad. Estudia este gran tema dentro de la gran ley metafísica de la participación. Y dentro de ella, formula este paralelismo. Si la esencia de todo ser tiene inteligibilidad por encarnar una verdad metafísica, en cuanto es expresión y semejanza de la divina esencia, de modo paralelo la mente humana puede captar esa inteligibilidad poque es « quaedam similitudo Increatae Veri– tatis » 44 • Se ha ponderado la conciencia que de la dignidad humana adquiere el hombre del Renacimiento. Este ve esta dignidad sobre todo en la inte– ligencia. Es, por otra parte, opinión común que el descubrimiento del valor de la inteligencia es algo pertinente al pensamiento moderno. ¿Pero se halla en todo este pensamiento una noción más atrevida que la del Aquinate cuando afirma que esta inteligencia es una semejanza de la Verdad Increada? Santo Tomás deduce de aquí qu enada hay más grande que la mente humana sino Dios 45 • Esto tiene un extraordinario valor desde el punto de vista ontológico. Desde una visión gnoseológica, que es la que ahora nos preocupa, Santo Tomás recoge el dicho ele Aristóteles en que se afirma que el alma es « quodammodo omnia », capaz de conocerlo todo 46 • Muy en conexión con este principio gnoseológico afirma en un texto, más tarde parece recopiado por Leibniz, que la finalidad del saber consiste en que se refleje en el alma la perfección del universo: « Haec est ultima perfectio ad quam anima potest pervenire, secundum philosophos, ut in ea describatur ardo universi et causarum eius » 47 • 44 De Veritate, XI, le. 45 Summa Theologica, I, 16, 6 in 1 et ad l. 46 De Veritate, I, le. 47 De Veritate, II, 2c. 605
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