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inteligibilidad. Preanuncia Aristóteles la postura que siglos más tarde adop– tará Suárez en sus Disputationes metaphysicae, al sentenciar que la esencia por sí misma es inteligible al margen de toda otra relación o vinculación. Aún respecto del mismo Dios. Santo Tomás completa aquí a Aristótele y señala la raíz de por qué la esencia, en cuanto tal, es inteligible. Es decir, por qué en su íntima estruc– tura no es algo caótico sino algo ordenado, apto, por lo mismo, para que una inteligencia lo comprenda. Planteado el problema de la inteligibilidad de la esencia a nivel supremo, es decir, respecto de la primera esencia, la de Dios, Santo Tomás lo resuelve al constatar que Dios es la misma verdad. De tal suerte que su ser se iden– tifica con su entender. Es sabido que algunos tomistas han radicalizado esta visión metafísica cuando se han preguntado por el constitutivo metafísico del ser divino. Para estos tomistas la raíz de todas las peclecciones divinas se halla en el entender radical 35 • No hay por qué entrar de lleno en esta discusión. Pero ella pone muy en claro cómo para la escuela tomista Dios es pura inteligibilidad en su esencia. En Aristóteles, tenemos que añadir, se da un precedente de esta concepción metafísica al definir a Dios como « nóesís noéseos nóesis » 36 • Pero el pensador griego no fue capaz de ver en esta primera inteligi– bilidad del ser divino la inteligibilidad de las otras esencias. A éstas les con– cedió plena autonomía de inteligibilidad. Será esta autonomía la que reto– mará Suárez, de espaldas a la larga tradición de pensadores cristianos. Santo Tomás, en línea con esta tradición que se remansa en San Agustín, com– pleta en este momento a Aristóteles con su doctrina de la verdad metafísica. De entre la multitud de textos que pudiéramos alegar, nos place recor– dar de nuevo el que hemos citado al principio de nuestro studio. En él re– sume el Aquinate su visión del problema. Dice así: « Unaquaeque res dici– tur vera absolute secundum ordinem ad intellectum, a quo dependet. Et inde est, quod res artificiales dicuntur verae per ordinem ad intellectum nostrum... Et similiter res naturales dicuntur esse verae, secundum quod assequuntur similitudinem specierum, quae sunt in mente divina» " 7 • Este texto distingue entre los productos de la naturaleza y los de la techne o arte. Repite aquí Santo Tomás una distinción muy familiar a Aris– tóteles. Pero mientras el filósofo griego ve con claridad la correspondencia existente entre los productos de la techne y la idea ejemplar que se halla en la mente del artista, atribuye a la naturaleza una autonomía total. En virtud 35 La interpretación más autorizada de esta opinión es la de JUAN DE SANTO ToMAS, Cursus theologicus, In I partem, q. 14, a. 2, Ed. SoLESMES, t. II, p. II, p. 336-348, París, 1934. 36 R. GARRIGou-LAGRANGE, Díeu, son existence et sa nature, 6 éd., París, 1946, p. 350, ha visto bien la relación entre esta corriente tomista y la definición, tan conocida, que da de Dios Aristóteles. 37 Summa Tbeologica, I, 16, le. 602

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