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de la esencia, su metafísica parece una réplica de la metafísica de Aristó– teles. Pero cuando razona desde el esse, como actus essendi, Santo Tomás rebasa el pensamiento griego para darnos un nuevo estatuto metafísico con su filosofía del esse 34 • Según esto, la metafísica de Santo Tomás da a dos vertientes: a la aristotélica, vista desde la filosofía de la esencia, y a la existencial, hoy tan vivamente sentida, desde la filosofía del esse. Pero hay que advertir que mientra Aristóteles y el existencialismo distancian ambas vertientes hasta hacerlas incompatibles, Tomás de Aquino las aúna en una síntesis de plenitud. Por lo que hace a la fundamentación de la metafísica, el Aquinate halla el fundamento último del esse, piedra angular de su ontología, en el ípsum esse subsistens. Con esta tesis responde a la pregunta angustiosa de Heide– gger, que repite la más tranquila de Leibniz: Por qué existe más bien el ser y no la nada. Heidegger, en un juego ingenioso de lenguaje, que oculta inseguridad de pensamiento, se empeña en hacernos ver que el ente sólo puede hallar su fundamentación en el ser. Pero al preguntarle por el ser que fundamenta al ente, nunca llega a aclarar quién es ese ser que llama, atrae y fascina. Siglos antes Tomás de Aquino respondió a esta pregunta, al for– mular la tesis metafísica de que todo ente no es más que participación del ipsum esse subsistens. Esta participación el Aquinate la ve realizada, no por la vía de la causalidad formal, siempre amenazada de ocultar un cierto pan– teismo larvado, sino por la vía de la causalidad eficiente. Esta vía subraya la participación y dependencia del esse respecto del ípsum esse subsistens. Pero al mismo tiempo pone en evidencia la transcendencia de éste respecto de todo otro ser. Esta vertiente de la metafísica del esse, tan importante en la síntesis tomista, ha sido la más estudiada en las últimas décadas, motivado en gran parte por la necesidad de encontrar mejores apoyos a la metafísica que los propuestos por la filosofía de Heidegger. No ha sucedido lo mismo con la vertiente de la esencia. Esta ha quedado en penumbra, tal vez porque esta palabra se ha gastado por los senderos trillados de las diversas filosofías esencialistas. Por nuestra parte pensamos que es necesario volver a revalori– zar la visión del Aquinate, tan iluminada en esta vertiente de la esencia como en la del esse. Esta revalorización, por otro parte, es la base funda– mental de la tesis que proponemos en nuestro estudio. Con E. Gilson afirmábamos en una página predecente que cuando San– to Tomás estudia el ser desde la esencia parece no rebasar la metafísica de Aristóteles. Ahora en un análisis más preciso tenemos que completar el juicio del docto medievalista. Aún en la metafísica de la esencia Tomás de Aquino no es una mera repetición de Aristóteles. Esto se hace patente si se advierte que Aristóteles nunca se hizo problema de por qué la esencia es cognoscible. Tan sólo le preocuparon los caminos o métodos para captar su 34 Cf. L'étre et l'essence, 2 éd. París, 1962, p. 96. 601

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