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Porque si bien es verdad que Heidegger apunta en todo momento al ser, es igualmente cierto que en Sein und Zeit nos dio una fenomenología del Dasein como revelación del Sein. Es decir: que pese a la protesta heide– ggeriana, el hombre parece tener una primacía en el campo del ser. Aun después de la Kehre, la libertad humana tiene una función primordial, al realizar el quehacer proyectivo por el que el Dasein responde a la llamada del ser. Como a este quehacer no se le asigna ninguna meta, ni valor ab– soluto - todo ello sería para Heidegger abandonar la regia vía del ser para tomar las falsas sendas de los entes - parece lógico afirmar que lo que se halla implícito en Heidegger, lo explicita Sartre en una metafísica de la libertad gratuita. A esta tiene que seguir una Etica, ejercicio puro de la misma, sin fines a conquistar ni medios a elegir. El nihilismo del « pour soí » es patente. Pero no lo es menos desde la vertiente del « en soi ». Así lo define, Sartre: « Il est une immanence qui ne peut pas se réaliser, une affirmation qui ne peut pas s'affirmer, une acti– vité qui ne peut pas agir, parce qu'il s'est empaté de soi-meme » 33 • Con esa fuerza lógica que caracteriza tantas veces el error genial Sartre escribe en este mismo pasaje, tan denso de contenido: « Si l'etre existe en face de Dieu, c;est qu'il est son propre support, c'est qu'il ne conserve pas la moindre trace de la création divine». Si el ser no conserva la más mínima traza de la creación divina, ¿ es de maravillar que Roquentin vea toda la realidad como algo viscoso y nauseabundo? Las palabras citadas de Sartre nos parecen la última nota de esa me– lodía antidivina que inicia inocentemente Suárez al proclamar la conosci– bilidad de las esencias al margen de su vinculación con la esencia divina. Kant niega esta cognoscibilidad, afirmando que proviene únicamente del Sujeto trascendental. Con ello el hombre es eje y centro de todo conoci– miento. Heidegger da un paso más y pone al hombre eje y centro de la metafísica, que viene a ser necesariamente una metafísica de la finitud. A Sartre no le toca más que deducir la última consecuencia al definir el ser como lo absurdo y al hombre como una pasión inútil. Un trágico nihilismo es la inevitable conclusión de esa línea de pensa– miento que se va progresivamente alejando de la verdad metafísica. Heide– gger ha escrito una obra con este título: Der europaísche Nihilismus. La noche de ese nihilismo nos amenaza aún más de lo que él se cree. Su propia filosofía, contra lo que él piensa, no sólo no lo supera, sino que es uno de los signos más patentes del mismo. Conscientes de la gravedad de nuestra hora, envuelta en la niebla del nihilismo más nihilizante de la historia, pedimos una rectificación del mal camino andado. A la mente viene un lema del siglo pasado, cuando mentes peclaras se sintieron asfixiadas en un ambiente de positivismo rastrero y buscaron un pensador que purificara el ambiente. Su consigna fue: Zurück 33 L'étre et le néant, París, 1943, p. 32. 599

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