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leva anclas e inicia la ruta marinera rumbo a la antropología. El hombre se apresta a suplantar a Dios. Bien patente quedó esta suplantación en el idealismo trascendental. Pero para nuestra visión histórica del problema que estamos estudiando nos parece más pertinente fijarnos en el último momento de este desplazamiento. La metafísica de la finitud de Heidegger y la metafísica de la nada de Sartre son las los últimas etapas de este desplazamiento, hoy abocado al nihilismo. III. LA METAFÍSICA DE LA FINITIDUD y DE LA NADA: HEIDEGGER y SARTRE. Distintas son las interpretaciones fundamentales de la obra kantiana. Unos ven en la Crítica de la Razón Pura el esfuerzo máximo para justificar nuestras certezas; otras, más bien, el punto de partida de una nueva metafí– sica que tiene por centro al hombre. Esta última interpretación es la de Heidegger. No entra dentro de los fines de este estudio enjuiciar tales divergencias. Pero sí señalar que el desplazamiento de Dios y de la verdad metafísica fundada en él, para situar en su puesto al hombre, « demiurgo » en la sín– tesis del conocer humano, es utilizado por Heidegger como punto de partida de su metafísica de la finitud. En esta metafísica la verdad en cuanto fundada en Dios es juzgada como onto-teologismo inconsistente. Peor aún, como una tesis cristiana que imposibilita toda metafísica. Pero, ¿queda esta posibilitada en la obra de Heidegger? 27 • Antes de responder a esta temática profunda constatamos el mérito de Heidegger por haberse enfrentado en nuestros días con estos problemas últi– mos de la metafísica. Es ejemplar la abertura de su Einführung in die Meta– physik, al preguntarse: « ¿Por qué es más bien el ente y no la nada? ». La pregunta, como ya sabemos, tiene solera clásica. Ya Leibniz se la había hecho. Pero mientras este gran pensador busca en el Ser pleno la razón de la existencia del ser finito, Heidegger juzga injustificable filosóficamente esta referencia a Dios. Aún más; piensa que para un creyente tal pregunta es una tontería desde el momento en que acepta la sentencia bíblica: « En el principio Dios creó el cielo y la tierra». Con frase atrevida y paradójica Heidegger afirma que la filosofía consiste en semejante tontería. Vemos, pues, que al iniciar Heidegger su reflexión filosófica tiene el acierto de ir a la pregunta fundamental de la metafísica. Pero al mismo tiempo anuncia la tesis de la incompatibilidad de una auténtica metafísica con la vinculación a una realidad trascendente. ¿Quién es entonces el autén– tico ser que fundamenta los entes y constituye el objeto supremo de la me– tafísica? 27 En Identitat und Differenz, Pfullungen, 1957. Heidegger da este título a una de las secciones del estudio: De onto-theogische Verfassung der Metapsysik. Por supuesto, todas las 66 páginas que dedica al tema son un ataque a la concepción que denuncia el título. 595

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