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verdad eterna de las cosas por ser participación de la luz divina en el hombre 18 • Sobre el primer punto abre Kant su Introducción a la Crítica de la Razón pura con estas palabras: « No se puede dudar de que todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencia, porque, en efecto, ¿ cómo habría de ejercitarse la facultad de conocer, si no fuera por los objetos que, excitando nuestros sentidos de una parte, producen por sí mismos represen– taciones, y de otra, impulsan nuestra inteligencia a comparalas entre sí, enla– zarlas o separarlas, y de esta suerte componer la materia informe de las im– presiones sensibles para formar ese conocimiento de las cosas que se llama experiencia? 19 • Dos afirmaciones fundamentales recogemos de este texto. Primera: no hay más conocimiento para nosotros que el que proviene de la experiencia. Segunda: esta experiencia se muestra a la mente como materia informe de impresiones sensibles que hay que ordenar y componer. O lo que es lo mismo: los objetos son incapaces de suscitar en nosotros una interpretación adecuada de sí mismos, porque llegan a la conciencia como materia informe y disgre– gada. « Montón de sensaciones » llama a estas impresiones de la sensibilidad García Morente en una versión gráfica y objetiva 20 • Este montón nos habla bien de esa masa amorfa que necesita ser reelaborada para poder llegar a ser inteligible. Como un estribillo se repite a lo largo de la Crítica de la Razón Pura la palabra Mannigfaltigkeit, y más aún el adjetivo Mannigfaltiges. Con ella significa Kant la multiplicidad y diversidad en la intuición y que es necesario reducir a la unidad. Como se logra esta reducción a la unidad lo veremos muy luego. Ahora queremos dejar bien constatado que toda la obra kantiana posterior parte de aquí: de esa radical diversidad y multiplicidad de percep– ciones sin inteligibilidad alguna. Es decir; se parte de la radical negación de la verdad metafísica. En las cosas no hay tal verdad. Al menos para nosotros. No es aceptable el principio metafísico: « Omne ens est verum ». Pues el ser que aparece en la sensibilidad se nos presenta como opaco, sin luminosi– dad, incapaz de ser captado por nuestra mente. ¿ Qué hace, entonces, la mente ante este ser opaco y caótico, dado en 18 Para una interpretación general de la obra de Kant, cf. KuNo FrscHER, Immant1€'f Kant und seine Lehre, en Geschichte der neuern Philosophie, Heidelberg, 1909, t. 4 y 5; J. MARECHAL, Le point de départ de la métaphysique, Cahier III, 2 éd., París, 1949; H. HEIMSOETII, Tranzendentale Dialektik, 4 vol., Berlín, 1966-1971; J. LACROIX, Kant et le Kantisme, París, 1966; F. ALQUIE, La critique Kantíenne de la métaphysique, París, 1968. 19 Kritik der reinen Vernuft. Einleitung. I. V on dem Unterschiede der reinen empi– rischen Erkenntnis. Para la trad. española utilizamos la versión de la Edit. Losada, hecha por J. del PEROJO y J. RovrnA ARMRNGOL, revisada por ANSGAR KLEIN y anotada por F. ROMERO. Utilizamos también la traducción muy valiosa, pero incompleta, de M. GARCIA MoRENTE. 20 La filosofía de Kant. Introd. y revisión por A. FERNANDEZ GALIANO, Madríd, 1961, p. 153. 592
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