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principio, a su vez, se halla vinculado al de contradicción. De donde se sigue que toda proposición puede reducirse al principio de identidad A-A. Este racionalismo, ya desbordado en esta pretendida analítica universal, se agrava de modo más desmesurado en el paralelismo gnoseológico, siempre latente en toda esta mentalidad. En virtud de este paralelismo, en línea con el viejo principio de Parménides: « Lo mismo es el pensar que el ser», un realismo ingenuo domina todo el sistema, al pretender una correspondencia total entre lo pensado y real efectivo. Contra este paralelismo gnoseológico y contra la pretensión de reducir todo juicio a mera proposición analítica se levanta decididamente Kant. Y hay que decir que fue muy acertado su intento de derrumbar las pretensio– nes de una analítica universal y de un paralelismo gnoseológico sin funda– mento. Fue, en efecto, una correción acertada el no limitar el conocimiento a las proposiciones analíticas. La mente formula también proposiciones sinté– ticas, ligadas a la experiencia e irreductibles al mero análisis conceptual. Pero ya en esta primera reacción rebasa Kant los límites justos, al vin– cular a la experiencia sensible toda proposición que nos dé verdadera cien– cia. Ipso facto la metafísica, con sus grandes temas sobre Dios, el hombre y el mundo, queda marginada y relegada a lo hipotético. Sólo una exigencia práctica decidirá sobre el valor de estos grandes temas. También Kant tuvo razón en negar el paralelismo onto-gnoseológico de Leibniz. Pero al acotar y limitar este racionalismo, abre un abismo infran– queable entre la mente y la realidad al sostener que el conocimiento se limita al fenómeno y nunca alcanza a captar la cosa en sí - das Ding an sicb -. La mente tiene entonces que limitarse a construir su propiós conocimiento y a dar razón de la leyes por las que se halla estructurado. El noúmeno se hace entonces inaccesible. O lo que es lo mismo: se niega en este momen– to la verdad metafísica, la cognoscibilidad de lo real, el principio metafísico, acuñado por lo escolástica: « Omne ens est verum ». Detengámonos en expo– ner esta falsa recdficación kantiana por ser lo más pertinente a nuestro pro– pósito. Visto el sistema kantiano desde sí mismo, y no como reacción a los sistemas antériores, el racionalismo y el empirismo, pudiera sintetizarse en ·estos dos puntos: Frente a la tesis de la metafísica clásica de que se da una verdad metafísica en los objetos y de que la mente humana es capaz de desvelarla, Kant sostiene que la realidad no actúa sobre la mente sino a través de una multiplicidad de impresiones, carentes de inteligibilidad. En segundo lugar, y en consonancia con esta primera postura, el entendimiento no actúa bajo el influjo del objeto, no es determinado por éste, sino que es constructor, «arquetipo», de su propio conocimiento. Es deciJ::; se niegan las dos grandes tesis de la metafísica tradicional que dieron su último fulgor en Leibniz: La tesis de la verdad metafísica, la verdad eterna inviscerada en las cosas, y la tesis de que la inteligencia humana es capaz de conocer la 591

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