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422 E. RIVERA DE VENTOSA mental profundamente sistemática. De lo contrario habría que afirmar que ni Platón ni san Agustín han sido pensadores sistemáticos puesto que la mayor parte de sus obras no tienen la rígida contextura de la exposición de un sistema. Algo parecido acaece en Ortega. Reiteradamente exige que todo pensamiento serio halle su apoyo en un sistema. Y él ciertamente lo tenía. Y hásta hay que añadir que varias de sus últimas obras adquieren, hasta en su exposición, la textura del sistema. Creemos, por lo mismo, que la constatación de que Ortega es un filósofo en el sentido técnico del vocablo ha superado ya el tiempo de la crítica. Quizá esa cierta incomprensión de Sciacca para el filósofo madrileño halle su raíz en la metafísica profundamente religiosa de éste frente al intento orteguiano de pensar y repensar toda la cultura humana sin sentirse necesitado de recurrir a la Trascendencia. No es que Ortega temáticamente la niegue. Esto hay que decirlo cier– tamente del último período de su vida. A la mitad de su carrera_, poco después de cumplir sus cuarenta años, siente que el tema de Dios se le impone. Dios a la vísta, Dios en lontananza., es un grito que lanza Ortega -porque advierte que todos los sa– beres empujan hacia esa incógnita suprema que hay que descifrar. Pero si los saberes empujan hacia allá, él siempre se sintió más a gusto, razonando exclusivamente acerca de los temas del mds acá. Esto lo vio bien Sciacca cuando critica el empeño orte– guiano de analizar la realidad, no sub sp·ecíe aeterni, sino sub specie ínstantís. Esta preferencia por lo lábil y transeúnte de la vida concreta de aquí y el repudio de lo trascendente de allá, tenía que irritar al -espíritu de Sciacca. Y hasta le induce a no interpretar rectamente a Ortega cuando hace decir a éste: La t>ita guida la ragione e non la ragione la vita 34 • En puro orteguismo_, si la vida es ciertamente lo primero, ésta debe ser guiada, iluminada y potenciada por la razón. Sólo una vida en ciaridades de razón puede realizarse plenamente. Pues sólo la razón es capaz de descubrir las inmensas posibilidades de la vida. En lo que nos parece más acertado Sciacca que Ortega es en lo referente a la historia y al futuro de España. Es chocante, pero aleccionador, que el juicio de Sciacca sobre la misma sea más positivo y constructivo que el de Ortega. Y también parece ha:llarse en mejor camino para inter,pretar su futuro. Sciacca señala que la vertebración de España dependerá de la fidelidad a sí misma, del aferramiento a las verdades sub specie aeterni. Más que de la preocupación por la exigencia circunstan– cial y de la acción de grandes individualidades, contra lo que ,propugna Ortega. Reconocemos que estas indicaciones sumarias del crítico italiano no recogen los puntos fundamentales de la filosofía de Ortega. Pero pueden incitar al estudio del pensador español, pese a que el filósofo italiano no le haya hecho suficiente justicia. Por lo que toca a X. Zubiri es de lamentar el que la premiosidad meticulosa de este pensador en todo lo que se refiere a publicaciones personales haya permitido a Sciacca analizar tan sólo algunos aspectos de su profundo pensamiento. Prácticamente, tan sólo la obra fundamental de Zubiri, Naturaleza, Historia, Dios, motiva las refle– xiones de Sciacca. Percibe .éste cuán alto apunta el pensamiento del filósofo español. aun reconociendo que la obra citada es más una colecdón de ensayos que un libro sistemático. Sin embargo, ya advierte que por la lectura de estas páginas se puede deducir que Zubiri posee una auténtica vena filosófica, apoyada por una vigorosa dialéctica y por un conocimiento profundo de los grandes clásicos del ¡pensamiento 35 • u Filosofia oggi, I, 177. 35 Füosofia oggi, II, 434.
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