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EL CARISMA FRANCISCANO DE ASÍS 459 mucho hablar, sino por la pureza del corazón y compunción de lágrimas. Por lo mismo, la oración debe ser breve y pura, a menos que tal vez se prolongue por un afecto de la inspiración de la divina gracia». 188 Esta misma actitud recomienda Francisco al recitar el oficio: hacerlo «con devoción en la presencia de Dios». Aquí el término «devoción» es algo más que un simple sentimiento sicológico o un fervor religioso; se trata de una disposición radical del hombre que le hace abandonarse totalmente a Dios, un don de sí mismo, una adhesión plena y sin condiciones a lo que se experimenta como Absoluto y Suficiente. 189 El recitar el oficio «con devoción en la presencia de Dios» debe ser un deseo empeñativo para el hermano menor; por eso hay que procurar evitar todo aquello que lo enturbia, como podría ser la preocupación por la «melodía de la voz», buscando, más bien, la «consonancia del alma, de manera que la voz sintonice con el alma, el alma sintonice con Dios». La preocupación de Francisco por mantener la alabanza del Señor como la actividad del hombre ocupado y entregado por completo a Dios es evidente, y la sospecha de que «la melodía de la voz» podía ser un obstáculo para los hermanos en la recitación del oficio estaba más que fundada. Giano cuenta en su Crónica que los frailes de Alemania, con motivo de celebrar el Capítulo de Worms en 1222 y no disponiendo todavía de una iglesia capaz para todos, cantaban los oficios en la catedral, alternando con los canónigos (Crónica, 26). Poco después de la llegada de los frailes a Inglaterra en 1224, según narra Eccleston en su Crónica, una de sus preocupaciones fue la de solemnizar la liturgia conventual cantando el oficio con música propia, cuando apenas eran tres o cuatro clérigos en un convento. 190 Esto indica que la celebración del oficio cantado era bastante corriente entre los frailes. La advertencia de Francisco, por tanto, no está fuera de lugar, pues se trataba de «hacer propicio a Dios por la pureza del corazón, sin tratar de halagar los oídos del pueblo por la sensualidad de la voz». Por eso, para que el oficio sea una alabanza devota, los hermanos deben procurar que «la voz sintonice con el alma, y el alma sintonice con Dios». Aunque ya he dicho 188 Regla de san Benito, 20, 1-4, 114 s. 189 Cf. S. LóPEZ, «Cristo, suficiencia de Francisco», Verdad y Vida 29 (1971) 327-510; IDEM, «"Dios mío y todas mis cosas". Trascendencia y exclusividad de Dios en san Francisco», ibid. 28 (1970) 47-82; IDEM, «Visión, vivencia y praxis de Dios en Francisco de Asís», Confer XXI (1982) 337-84. 190 T. DE EccLESTON, «Establecimiento de los Hermanos Menores en Inglaterra», Cronistas franciscanos, 93, 95 s.

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