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458 JULIO MICÓ 1201, manda que los clérigos observen el oficio de la curia papal. 186 Si esto indica que ambas Órdenes tuvieron una gran influencia de Inocencio III y su Curia, no se puede deducir de ello ni hacer apologías sobre la fe eclesial de Francisco. Si el Santo conservó siempre su incondicional sumisión a la Iglesia fue algo más que por eso y, tal vez, a pesar de eso. Aunque sorprende a algunos que Francisco no diga nada respecto a la actitud espiritual que deben adoptar los hermanos en la recitación del oficio, sin embargo se explica si tenemos en cuenta que, en la normalización de la liturgia de las horas, se percibe más la mano del entendido canónista que la de Francisco; por eso es necesario acudir a otros escritos, como la Carta a toda la Orden, donde aparecen las motivaciones para celebrar el oficio como una alabanza a Dios. Después de haber confesado sus trasgresiones de la Regla, sobre todo en lo referente al oficio divino, Francisco pide a fray Elías, Ministro general, «que haga que la Regla sea inviolablemente guardada por todos; y que los clérigos digan el oficio con devoción en la presencia de Dios, no poniendo atención en la melodía de la voz, sino en la consonancia del alma, de manera que la voz sintonice con el alma, y el alma sintonice con Dios, para que puedan hacer propicio a Dios por la pureza del corazón y no busquen halagar los oídos del pueblo por la sensualidad de la voz».18 7 Si la Fraternidad se ha formado y reunido «en el nombre del Señor», su única preocupación debe ser «seguir la voluntad del Señor y agradarle» (1 R 22, 9); de ahí que, «removido todo impedimento y pospuesta toda preocupa– ción y solicitud, como mejor puedan, sirvan, amen, honren v adoren al Señor Dios, háganlo con limpio corazón y mente pura, que es lo ·que Él busca por encima de todo» (1 R 22, 26). Esta actitud de limpia apertura ante el Señor Dios es la única que puede adoptar el hermano menor de forma coherente con la opción por la «forma del santo Evangelio». Por ese motivo la oración, sobre todo litúrgica, es el acto fundante de la fraternidad. Al menos así lo entendió Francisco y trató de trasmitirlo a los hermanos. El contexto del fragmento de la Carta a toda la Orden que estamos anali– zando se encuentra en la Regla de san Benito. En el capítulo XX, que lleva por título «De la reverencia en la oración», dice: «Si cuando queremos solicitar alguna cosa de hombres poderosos, no osamos hacerlo sino con humildad y reverencia, ¡cuánto más deberemos suplicar al Señor Dios de todas las cosas con toda humildad y pura devoción! Y pensemos que somos oídos no por el 1Kb l'vhGNE, PL 217, 1143. 187 CtaO 40-42; cf. O. SuuvruCKI, «La "Carta a toda la Orden"», 256 ss.
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