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454 JULIO MICÓ El comportamiento de la primitiva Fraternidad respecto al oficio, que nos transmiten los biógrafos, parece indicar que no. Celano refiere en su Vida primera que, al volver los hermanos de Roma e instalarse en Rivotorto, pidie– ron a Francisco que les enseñase a orar, «pues, caminando en simplicidad de espíritu, no conocían todavía el oficio eclesiástico» (1 Cel 45). San Buenaventu– ra, queriendo disimular esta simplicidad de los primeros hermanos, dirá que se entregaban continuamente más a la oración mental que a la vocal «debido a que todavía no tenían libros litúrgicos para poder cantar las horas canónicas» (LM 4, 3). En vez del oficio recitaban «padrenuestros» y la antífona «Te adoramos, Cristo» que les había enseñado Francisco. 168 Esta práctica evidencia que la primitiva Fraternidad no se planteó la recitación del oficio, sino que asistían, cuando les era posible, al que se celebra– ba en la iglesia más próxima (TC 38). Por tanto, la afirmación de Francisco en su Testamento que «el oficio lo decíamos los clérigos al modo de los otros clérigos, y los laicos decían "padrenuestros"» sólo es inteligible si se le quita el carácter canónico que tiene en la Regla bulada y se le deja solamente un contenido cultural; es decir, que los que sabían leer o recordaban el salterio de memoria ir, 9 lo recitaban con los clérigos de las iglesias, mientras los que no lo conocían rezaban los «padrenuestros». Pero, ¿quería decir eso Francisco al escribir el Testamento? Con el ingreso, hacia 1215, de sacerdotes y gente con estudios cambia la situación de la Fraternidad, imponiéndose la organización del oficio divino. La Regla de 1221 refleja este proceso al decir: «Los clérigos cumplan con el oficio y digan por los vivos y por los difuntos lo que es costumbre entre los clérigos. Y por los defectos y negligencias de los hermanos digan cada uno un "miserere" con un "padrenuestro". »Y pueden tener solamente los libros necesarios para cumplir con su oficio. Y también a los laicos que saben leer el salterio les está permitido tenerlo. Pero a los demás, ignorantes de las letras, no les está permitido tener ningún libro. »Los laicos digan el "credo" y veinticuatro "padrenuestros" con el "glo– ria"; por tercia, sexta y nona y en cada hora, siete; por vísperas, doce; por completas, siete "padrenuestros" con el "réquiem"; y por los defectos y negli– gencias de los hermanos, tres "padrenuestros" cada día» (1 R 3, 4-10). 168 Cf. J. M1có, «Reflexiones sobre el Testamento de san Francisco», Sel Fnm 28 (1981) 11 s.; los textos están en: TC 37; AP 19. 169 Sobre la noción cultural del término «clérigo», d. J. Mrcó, «Los hermanos laicos» 22 s.; O. ScHl\!UCKI, «"Soy ignorante e idiota". El grado de formación escolar de san Francisco de Asís», Sel Fran 31 (1982) 94 s.

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