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470 JULIO MICÓ en consecuencia, ante los demás hombres; porque, en definitiva, el sentido de la paz no es otro sino hacernos conscientes de que en Jesús hemos comenzado un modo nuevo de relacionarnos con Dios. Esta experiencia profunda de sentirse salvados o pacificados es lo que llevaba a Fran~isco a tratar de comu– nicarlo a los demás; pero él sabía que para ser comunicadores de paz, antes hay que dejarse pacificar; de ahí que al descubrir el comportamiento de los hermanos cuando van por el mundo, ponga como actitud fundamental la minoridad 214 o el reconocimiento de que somos servidores del Reino cons– truido sobre la paz. Los Tres Compañeros ponen en boca de Francisco una exhortación a la paz: «Que la paz que anunciáis de palabra, la tengáis, y en mayor medida, en vuestros corazones. Que ninguno se vea provocado por vosotros a ira o escándalo, sino que por vuestra mansedumbre todos sean inducidos a la paz, a la benignidad y a la concordia: Pues para esto hemos sido llamados: para curar a los heridos, para vendar a los quebrados y para corregir a los equivocados. Pues muchos que parecen ser miembros del diablo, llegarán todavía a ser discípulos de Cristo» (TC 58). Por eso era motivo de extrañeza para los ciudadanos de Asís, apenas acabada la guerra con Perusa y sin haber encontrado todavía la paz interna, que la nueva Fraternidad se presentara deseando la paz,2 1 ' ya que sonaba a burla en medio de una sociedad deshecha por la guerra; sin embargo, Fran– cisco no proponía solamente la paz política, sino, principalmente, la paz evangélica que permitiera a los Comunes posibilitar la conversión penitencial de sus ciudadanos. 21 b Tomás de Spalato nos refiere que en la arenga tenida por Francisco en la plaza del Palacio del Común de Bolonia «todo el contenido de sus palabras iba encaminado a extinguir las enemistades entre los ciudadanos y a restablecer entre ellos los convenios de paz». 217 Los biógrafos nos indican que no fue ésta la única invitación a construir la 21 -1 Cf. K. Essrn, «Ministerio pastoral y apostolado en el espíritu de san Francisco», Temas espirituales, 198 s.; P. B. BEGUIN, «La minoridad franciscana, ¿pobreza, obediencia o diaconía?», El fnmciscanismo en renovación, 170; J. M1có, Menores y al seruicio de todos, 447 s. 213 LP 101. Cf. C. Dm.C<lRNü, ,,Origini della predicazzione francescana», Francesco d'Assisi e francescancsimo da/ 1216 al 1228. Atti del IV Convegno Internazionale. Assisi, 15-17 octtobre 1976, Assisi 1977, 132; S. DA CAMPACNOL", La societií assisana nelle fonti frrmcescanr, 376. 21 '' Cf. L. SALVATORELLl, Vita di san Trancesco d'Assisi, Torino 1973, 84; K. EssFR, La Orden franciscana, 306 s. 217 T. DE Sr Al.ATO, «Historia Salonitanorum», San Francisco de Asís, escritos ... , 970.

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