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468 JULIO MICÓ la decisión de Francisco de que los hermanos no cabalguen sino en caso de necesidad -como podían ser los enfermos- encuadra perfectamente en el contexto menor del tiempo. 208 Los Movimientos itinerantes acostumbraban también a no usar caballerías para trasladarse, pues su contexto de vida no admitía este medio de trans– porte; como no entraba tampoco dentro de la «forma de vida» de Francisco. En la Regla de 1221 impone a todos los hermanos, «tanto clérigos como laicos, que cuando van por el mundo o residen en lugares, de ningún modo tengan bestia alguna ni consigo, ni en casa de otro, ni de ningún otro modo. Ni les sea permitido cabalgar a no ser que se vean obligados por la enfermedad o por una gran necesidad» (1 R 15, 1 s.). Los biógrafos nos refieren que Francisco, al final de su vida, «débil y enfermo como estaba, tuvo que viajar montado a caballo», pues, «no pudiendo caminar a pie, recorría los poblados montado en borriquillo» (1 Cel 63.98). Cuando posteriormente evolucionó la Orden hacia esquemas conventuales, se fue introduciendo la costumbre de usar, primero el asno, y después los caba– llos para trasladarse. Giano cuenta que, siendo Provincial de Alemania Juan del Pian del Carpine, «como era corpulento, acostumbrada a trasladarse en un asno, y los hombres de aquel tiempo, por la novedad de la Orden y la humil– dad de la cabalgadura, se acercaban con mayor devoción a su asno -por el ejemplo de Cristo, que usó más el asno que el caballo- que ahora a las personas de los Ministros, debido a la costumbre de los hermanos de ir siempre a caballo» (Crónica 55). Esto lo escribía Jordán en 1262 cuando hasta el mismo san Buenaventura, que era General, se desplazaba montado a caballo. También Eccleston pone entre las acusaciones contra fray Elías el hecho de tener un caballo para sus viajes. 209 A pesar de todo, el texto de la Regla estaba ahí y había que darle una explicación. Jacobo de Vitry ya lo hizo al decir que los hermanos no deben cabalgar porque sería una vana ostentación mundana. Van a pie como es propio de los siervos, porque es mejor correr descalzo sobre espinas para llegar a la gloria, que correr a caballo entre prados en flor para terminar en el infierno. 210 208 Sin embargo esta decisión podría estar reforzada, tal vez de forma inconscien– te, por la reacción del «convertido» que hay en Francisco. El aspirar a ser caballero y el «cabalgar» era un símbolo de su posición social; pero una vez convertido, el «no cabalgar» se convertirá en signo de la opción por la «forma del santo Evangelio>1. 209 T. DE EccLESTON, «Establecimiento...», XIII, 130 s. 210 J. DE VITRY, HS, 153.
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