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EL CARISMA FRANC!SCANO DE ASÍS 463 Esta Regla supone, en materia de ayuno, una gran liberación respecto al «Propositum» primitivo y la práctica de las otras Órdenes religiosas. Suprime los ayunos que van desde el 14 de septiembre hasta el 1 de noviembre, y desde el 25 de diciembre hasta el 6 de enero, es decir, dos meses completos, además de los lunes, miércoles y sábados. La Regla bulada todavía avanza más en este proceso de suavización en materia de ayunos al suprimir la cuaresma de la Epifanía; aunque bendiga especialmente a los que la observen. Con esto quedaban reducidos los ayunos de los frailes por lo menos a tres meses y medio en relación a la mayoría de las instituciones monásticas de aquel tiempo, lo cual es una demostración del empeño que tuvo que poner Francisco para mantener a la Fraternidad en actitud itinerante, frente a la presión del grupo de intelectuales apoyados por el cardenal Hugolino, que pretendían un acercamiento cada vez mayor a las estructuras monásticas. El fragmento termina con una advertencia de que «en tiempo de manifies– ta necesidad no están obligados los hermanos al ayuno corporal». Ya la Regla de 1221 insinuaba también que «en tiempo de manifiesta necesidad, obren todos los hermanos, en cuanto a las cosas que les son necesarias, según la gracia que les otorgue el Señor, porque la necesidad no tiene ley» (1 R 9, 16). Este pr~ncipio de libre responsabilidad en el modo de realizar la «forma de vida» sólo es válido si se entiende dentro de un marco evangélico pauperístico donde la itinerancia es la manera habitual en que se desenvuelve la Fraterni– dad. El ayuno corporal no es un absoluto, sino sólo una ayuda y un signo de que «debemos también ayunar y abstenernos de los vicios y pecados» (2CtaF 32). Este es el verdadero ayuno que nos abre a la voluntad de Dios haciéndo– nos disponibles para trabajar por el Reino y se convierta en realidad; lo otro, el esclavizar al hermano con un lista intocable de ayunos, es haber cambiado de óptica respecto al Evangelio y leerlo no desde una situación itinerante, sino desde el asentamiento conventual. Podría parecer extraño que al hablar del ayuno no lo haga también de la abstinencia, siendo así que están relacionados íntimamente en la tradición de la Iglesia. El motivo es simplemente que, en la Edad Media, el ayuno incluía también la abstinencia de carnes y, en cuaresma, incluso de huevos y lacticinios. La mayoría de las Órdenes observaban casi siempre este tipo de ayuno cuaresmal, 1 <) 9 pero a los Menores, por su condición de itinerantes, les resultaba un tanto difícil esta práctica. l'J 4 Cf. F. DE PAMPLONA, «Ayunos y abstinencias», 283.
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