BCCCAP00000000000000000001530

Dios», nuevamente en la línea de su imagen de la, espiritualidad del santo. Los Tres Compañeros refieren acto seguido, y como una resolución toma– da como efecto de la visión, el viaje a Foligno con el caballo cargado de buena mercancía de paños; vende allí paños y caballo, y vuelto a la capilla de San Damián, entrega el importe al sacerdote pobrecito que cuida de ella; éste rehusa quedarse con el dinero, y Francisco arroja las monedas, con un gesto de desprecio total, en el hueco de una ventana. Siguen luego los trá– gicos días de la furia de Pedro Ber– nardone, en que Francisco toma la de– cisión pública de entregarse a Dios, decisión que tiene su desenlace solem– ne ante el obispo, cuando el conver– tido, desnudo, entrega vestidos y dine– ro al padre, aquel dinero que aún creyó, por última vez, podía servir para remediar necesidades ajenas: «Hubiera querido el varón de Dios emplearlo en procurar alimento a los pobres y en reconstruir la capilla» (1 Cel 8-15; L 3 Comp. 16-20; LM II, 1-4). La versión del Anónimo de Pe– rusa es muy diferente: Francisco, des– pués de la visión de Espoleto, desiste de la expedición a Apulia y emprende el regreso a Asís; pasando por Folig– no, vende el caballo en que montaba y «los vestidos de que se había pro– visto para ir a Apulia, cubriéndose con otros más viles»; al acercarse a Asís, «se llega a la iglesia de San Damián y entrega el importe al sacerdote... ». La Vita I de Celano nos describe a Francisco, ebrio de gozo por la liber– tad nueva que ahora gustaba su espí– ritu, pregonando su dicha en francés bosque adelante; los ladrones lo arro– jan en una hoya de nieve; se levanta y sigue cantando con mayor gozo las alabanzas del Creador. Va a pedir tra- bajo a una abadía, y allí tiene que probar desnudez y hambre, en tal grado, que se ve precisado a tentar mejor acogida en otra parte. En Gub– bio un amigo le proporciona el vestido indispensable; por fin, sigue el bió– grafo, «se trasladó a los leprosos; vivía con ellos, sirviéndoles a todos con suma diligencia por Dios; lavába– les las llagas pútridas y se las cu– raba» (1 Cel 17; LM II, 6). Fue su noviciado. Y sería también el noviciado de sus primeros segui– dores. Persuadido de que el Cristo acaba de revelarse siempre a quien le busca en el pobre, en el humilde y paciente, les ofrecerá como un regalo esa experiencia tan rica para él de dulces consecuencias. «Durante el día trabajaban con sus manos, los que sabían hacerlo, morando en las lepro– serías, o én otros lugares honestos, sirviendo a todos humilde y devota– mente» (1 Cel 39). La Regla I supone muy normal esa vida de comunión fraterna con los «hermanos cristia– nos», más aún, deja pensar en cierto compromiso, que ligaba a la frater– nidad como tal, de servirles y procu– rarles el sustento: «En caso de mani– fiesta necesidad de los leprosos pue– den los hermanos pedir limosna para ellos». (c. 8); «Todos los hermanos deben esforzarse por seguir la humil– dad y pobreza de nuestro Señor Jesu– cristo... ; Y han de alegrarse cuando viven entre personas viles y desprecia– das, entre los pobres y los débiles, en– fermos y leprosos, y mendigos a la vera del camino» (c. 9). El Espejo de Perfección (c. 44) nos ofrece un notable testimonio de la pe– dagogía evangélica empleada por el joven fundador con los novicios: «En los principios de la orden quiso que los hermanos moraran en los hospi- 187

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz