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LÁZARO IRIARTE, O. F. M. Cap. LA VIA DE LA CONVERSION EN SAN FRANCISCO DE ASIS «EL SE1'1:OR ME LLEVO ENTRE LOS LEPROSOS» La gracia de la conversión llegó a Francisco a través del pro¡tmo más pobre y necesitado, los leprosos. El autor estudia los cctminos de la gracia en la experiencia de Francisco, basándose sobre todo en las biografías primitivas que cita según sus ediciones críticas. Nos– otros, para facilidad de los lectores, remitimos a la edición de la BAC. La vía de la conversión en S. Francisco de Asís, en Laurentianum 8 ( 1967) 452-468. La conversión, en sentido teológico, puede entenderse como el triunfo de la acción salvífica de Dios, que logra la respuesta del hombre en un grado tal de disponibílidad que éste experi– menta «el arrancarse del pecado y ser introducido en el misterio del amor del Creador, de quien se siente lla– mado a iniciar una comunicación con El en Cristo. El nuevo convertido, en efecto, por la acción de la gracia di– vina, emprende un camino espiritual por el que, participando ya por la fe del misterio de la muerte y de la re– surrección, pasa del hombre viejo al nuevo hombre perfecto en Cristo» (Vat. II: Ad gentes 13). Francisco tuvo conciencia clara de este cambio total de postura que se produjo en su vida por obra de la gracia. Quedaba atrás un pasado de pecados -no importa cuántos ni cuales- y daba comienzo una vida nueva, iluminada plenamente por el misterio del amor del Padre celestial y por la presencia de Cristo en su camino. No es tarea fácil trazar el proceso psicológico de este cambio a base de las fuentes biográficas, y no precisa- mente por falta de datos, sino por la versión diferente que éstos reciben según la época en que cada relato se compuso. El P. de Beer, en su obra La conversion de S. Fran<;ois, realizó recientemente un esfuerzo de análisis exegético, y de sagacidad no siempre ceñida a los justos límites, para poner de manifiesto el contexto espiritual tan diverso en que se escribieron la Vita I y la Vita II de Tomás de Ce– lano. La Vita I nos ofrecería el esquema corriente del convertido, en que la gracia triunfa de una vida de desor– den a través de una superación pro– gresiva, generosa sí, pero costosa, hasta la consumación. Por el contrario la Vita II nos daría, como fruto de una reflexión retrospectiva, los desig– nios providenciales de Dios sobre el Fundador y el gran Estigmatizado. Más que de una conversión se trataría ya del descubrimiento que un santo hace de su propio destino excepcio– nal. Celano dependió casi totalmente de sus informadores -fray León, fray Rufino, fray Angel, y otros «compa– ñeros» del santo-, no sólo en lo que 181

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