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mo Altísimo le enseno que debía vivir según la forma del Santo Evangelio (Testamento). Y fue esa docilidad in– genua la que le llevó a captar los signos de los tiempos, comprendiendo que su m1s10n y la de sus hermanos era la de ir por el mundo (1 R 14; 2 R 3). Fue esta novedad apostólica (Ce– lano: Tract. de miraculis, 1) lo que le atrajo la atención de observadores como Jacobo de Vitry, quien, el 1216, describía maravillado el estilo de vida y de predicación de los Hermanos Menores en las ciudades, y más tarde precisaba: «De tal manera se esfuer– zan por reformar en sí mismos la reli– gión, la pobreza y la humildad de la Iglesia primitiva, extrayendo con sed y ardor de espíritu las puras aguas del manantial evangélico, que no con– tentos con la observancia de los pre– ceptos del Evangelio, se empefi.an con todos los medios en cumplir los con– sejos, imitando sin atenuaciones la vida de los Apóstoles -vitam aposto– licam expressius imitantes-; renun– ciando a todo lo que poseen y car– gando con la cruz... , corren libres ... , y son enviados de dos en dos a predicar como delante del Señor, preparando su segunda venida» (Ed. Boehmer: Analekten.. ., p. 69 s). San Francisco había hecho el des– cubrimiento de esta «forma de vida» en la capilla de la Porciúncula cuando -probablemente el 24 de febrero de 1209- oyó y se hizo explicar el Evan– gelio de la misión de los Apóstoles (1 Ccl 22). A la luz de aquella púgina evangélica, el seguimiento de Cristo apareció a su espíritu como compro– miso de una total pobreza liberadora, pero también como una exigencia in– contenible de mensaje a los hombres. «Desde aquel momento -afirma Cela– no (1 Cel 23)- comenzó a predicar a todos la penitencia con gran fervor de espíritu y alegría del alma, usando un lenguaje sencillo, pero con ánimo resuelto». La predicación franciscana es, pues, la comunicación gozosa a los hombres de la vida evangélica, hallada primero y vivida experimentalmente; es un tes– timonio, como la predicación de los Apóstoles, que recibieron de Jesús el encargo de ser testigos de cuanto habían visto y oído. Así podemos entender mejor las expresiones que se repiten en Tomás de Cclano: «Francisco, hombre apos– tólico -apostolicus vir- siguiendo la vida y las huellas de los Apóstoles» (1 Cel 88; 2 Cel 220a), «fue enviado por Dios a fin de que, a ejemplo de los Apóstoles, diese testimonio de la verdad por todo el mundo» como nuevo evangelista; en él y por medio de él se produjo una inesperada exal– tación y una santa novedad en todas partes» (1 Cel 89). No cabe dudar que fue precisa– mente esa novedad de una vida hecha testimonio y de un mensaje alegre y jubiloso de la paternidad de Dios y de la hermandad en Cristo el secreto del éxito de la predicación de Francisco y de los suyos. CONTENIDO APOSTOLICO DE LA REGLA San Buenaventura, o quien sea el autor de la exposición de la Regla que 28 figura a su nombre, afirma: «San Francisco escogió la Regla trazada por

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