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LAZARO IRIARTE, O. F. M. Cap. LA « VIDA APOSTOLICA» EN LA REGLA FRANCISCANA La celebración del 750 aniversario de la Regla bufada culminó el 16 de abril de 1973; los dos artículos precedentes fueron ponencias en tal jornada. Pero el Antonianum de Roma, organizador de dicha cele– bración, programó también una semana de estudio y reflexión sobre la misma Regla. Dentro de esta semana el P. Iriarte pronunció, el 13-IV-73, dos conferencias, la primera de las cuales presentamos aquí a nuestros lectores; la segunda, «La Regla franciscana, forma de vida para nuestro tiempo», podrán encontrarla en «Cuadernos francisca– nos de renovación» n. 24 (1973) 197-206. La «vida apostólica» en la Regla franciscana, en Estudios Franciscanos 75 (1974) 99-109. Vida apostólica, en tiempo de San Francisco, era una locución con un sentido preciso, que no corresponde exactamente a lo que hoy expresamos cuando hablamos de «apostolado». El adjetivo «apostólico» decía relación a los Apóstoles. Con frecuencia desig– naba la Sede «apostólica» de los suce– sores de Pedro; en este sentido San Francisco fue celebrado como «vir catholicus et totus apostolicus», esto es, plenamente adicto al Romano Pon– tífice. Pero comúnmente era empleado para denotar la misión y las condicio– nes de vida de los Apóstoles. Es ésta precisamente la nota más saliente que descubrieron los contem– poráneos en la nueva forma de vida y de acción del movimiento francis– cano, y en general en la aparición de las Ordenes mendicantes. Vivir more apostolorum quería decir estar com– prometidos a realizar el ideal de vida propuesto por Cristo a los Apóstoles: renuncia y disponibilidad por el Reino, anuncio gratuito del mensaje de sa– lud y, por lo tanto, contacto inmedia– to con los hombres. El monje había realizado la evan– gelización y la configuración cristiana de la sociedad desde el monasterio y mediante el monasterio. La fuerza ct'e su testimonio en favor del Reino de– rivaba de la estabilidad. Era lo que convenía a pueblos que tenían necesi– dad de ligarse a la tierra y de agru– parse para construir la comunidad social y religiosa. Pero al sobrevenir la crisis de la estructura feudal con la aparición de la nueva clase social del comercio y del artesano, animada de un nuevo dinamismo que halla expresión en los gremios y en la conciencia comunal, y que gusta de una religiosidad más sujetiva, más adherente a la vida, se siente la necesidad de un testimonio abierto del ideal cristiano y de una nueva forma de acción evangelizadora en medio de ese pueblo, algo que res– ponda a su ritmo de vida, un lenguaje inteligible para la nueva cultura. Francisco no hizo un diagnóstico de su tiempo. Se dejó guiar sencilla– mente del espíritu del Señor. El mis- 27

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