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aquellos que buscan el éxito personal en la elocuencia. A los primeros los llamaba el Santo «mis caballeros de la Tabla Redonda» (Leg Ant 71). Añadamos que la predicación no es la forma única de apostolado para el Hermano Menor. Característica im– portante es la disponibilidad. El Her– mano Menor ha de sentirse libre y abierto para cualquier servicio que exija de él el pueblo de Dios, y con preferencia aquellos servicios que res– ponden a la vida minorítica. A esta disposición de apertura corresponde la adaptabilidad a los lugares, tiempos y personas. El hijo de San Francisco se halla a sus anchas, en su propio am- biente, lo mismo con los grandes que con los pequeños. San Francisco nos ofrece el ejem– plo de un sentido excepcional de adaptación. No se limitaba a las for– mas trilladas de diseminar el mensaje de salvación. En los últimos años, enfermo e imposibilitado, inventó la manera de llegar a todos los hombres por medio de cartas, que hacía copiar a sus hermanos. Y cercano a la muer– te tuvo el plan original de formar un coro de juglares de Dios, al compro– bar el resultado del Cántico de las Creaturas: debían recorrer el mundo cantando e invitando a los hombres a bendecir y a servir al Señor. c) El apostolado misionero e11 la Regla La vocación misionera de la fra– ternidad fue clarificándose en el espí– ritu de Francisco progresivamente, y derivaba al mismo tiempo de la con– ciencia de la vida apostólica y de la exigencia del dinamismo de la misma fraternidad, abierta a todos los hom– bres, pero en el misterio de la Iglesia pueblo de Dios. El capítulo 23 de la Regla primera, maravilloso cuadro teológico del designio salvador de Dios, nos da el sentido de esta con– cepción universalista, poco común en la época en que la «Christianitas», Cristiandad, era identificada con la Ciudad de Dios, empeñada en la cru– zada contra los infieles. El capítulo se abre con una plegaria ferviente de alabanza y de acción de gracias al « Señor y Rey del cielo y de la tierra» por el hecho de la creación, por el don de la encarnación, de la reden– ción, de la glorificación de Cristo y de todos nosotros en El. Viene de~– pués una invitación a todos los santos de todos los tiempos a formar coro con Cristo en la acción de gracias. Sigue la misma invitación a la Iglesia peregrinante, descrita con todos sus componentes. Y finalmente: « Y a to– dos los pueblos, gentes, tribus y len– guas, a todas las naciones y a todos los hombres del mundo entero, actua– les y futuros: suplicamos y pedimos humildemente todos nosotros, los Her– manos Menores, siervos inútiles, que perseveren todos en la verdadera fe y penitencia, porque de otra manera ninguno puede ser salvo». Fue probablemente a fines de 1212 cuando San Francisco intentó por pri– mera vez pasar a Oriente, empujado del deseo de llevar a los sarracenos un mensaje de amor. Era el momento en que la cruzada de las armas comenzaba a perder popularidad en Europa. Al año siguiente otra tentati– va, también sin éxito, de entrar en contacto con los musulmanes de Es– paña, derrotados por los cristianos en la batalla de Las Navas. En 1219 la 35
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