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LA CASTIDAD, LIBERACIÓN PARA EL REINO 77 celibato por el Reino tiene las suficientes razones para ser vivido con gozo y plenitud de sentido. integrando la afectividad familiar y la amistad como ele– mentos que enriquecen nuestras relaciones fraternas; pero tampoco podemos ignorar que si no vigilamos, nuestras actitudes pueden llevarnos a una ambi– güedad que no favorezca nuestra madurez afectiva. De estas reflexiones se deducen las siguientes concreciones operativas: l. Nuestro celibato se basa en Jesús, quien eligió ser célibe para entre– garse mejor al amor del Padre y expresar su amor a los hombres por medio del Reino. Por lo tanto, deberemos profundizar en la gracia que supone nues– tra castidad, abriéndonos de forma transparente, por medio de la oración, al Dios que da significado a nuestra opción y la empuja a ponerse al servicio de lo~ hombres. 2. Hemos elegido como forma de vida el celibato porque creemos que es el mejor modo de responder personalmente a la invitación de Jesús a que lo sigamos. Existen otras formas complementarias de seguirle, entre ellas el ma• trimonio, expresión igualmente del poder salvador del Reino. Por lo tanto, viviremos nuestra castidad como valor en sí mismo, sin sobrevalorarla res– pecto a las demás opciones. 3. El Señor nos ha llamado a vivir en la Fraternidad para sentir el gozo de sabernos hermanos y querernos como tales. Por lo tanto, viviremos y expre– saremos estas relaciones de forma cálida, de modo que nos haga crecer en el amor y en el cariño mutuos. Además de las manifestaciones .concretas de cada día, expresaremos el aprecio que nos tenemos unos a otros, celebrando acont::cimicntos personales de cada uno, como onomásticos, cumpleaños, bodas de oro o plata sacerdotales y religiosas, etc. 4. Nuestras propias familias han sido el hogar donde ha nacido y crecido nuestra realidad de hombres, haciendo posible nuestra vocación a vivir s•egún el Evangelio, lo cual es motivo de agradecimiento y de un cariño especial. Pero, sin embargo, no deben entorpecer nuestra decisión de formar una nueva familia --la Fraternidad-, que centre y sea el punto de referencia de nuestra maduración afectiva. Por lo tanto, seguiremos queriéndolos de una forma nueva, visitándolos cuando sea conveniente y mostrando nuestra solidaridad con ellas, pero sin que impidan nuestra autonomía afectiva y nuc-strn cap:1- cidacl pc1ra entregarnos a los hermanos. 5. Lo mismo cabe decir de las amistades fuera de la Fraternidad. Jesús las cultivó de forma muy profunda, y Francisco las mantuvo como un modo de ayudar su fidelidad al Evangelio. Por lo tanto, cultivaremos estas amistades como una gracia que nos da el Señor para enriquecernos mutuamente y ayu– darnos a crecer en nuestra opción de célibes reunidos en Fraternidad.

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