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52 J. MICÓ 7. CONCLUSIÓN Vivir con seriedad el Evangelio siempre ha sido peligroso y desesta– bilizador. Si Francisco hubiera seguido las pautas tradicionales de reli– giosidad que se vivían entonces en la Iglesia, no hubiera pasado nada. Pero se atrevió a caminar el camino que su encuentro con Dios le había descubierto. Por eso, tanto la sociedad como la Iglesia lo miraron con suspicacia, hasta que fueron capaces de integrarlo. La forma evangélica de vida tomada por Francisco era subversiva aun sin pretenderlo, ya que chocaba con los nuevos valores que la sociedad de su tiempo estaba gestando; de ahí que la primera reacción fuera la de des·autorizarlo como loco, como marginado. La sociedad no podía tole– rar que alguien pensara y viviera por libre; eso era peligroso, pues creaba inseguridad. Con el paso de Ios años, lograron cierta domesticación al considerarlo como santo; un santo de la burguesía que era capaz de satis– facer ]as necesidades religiosas que tenían como clase. En adelante, los mendicantes, y en concreto los Franciscanos, serán las órdenes de la nueva sociedad, de la burguesía. Respecto a la Iglesia pasó algo parecido. Costó bastante que en Roma, tal vez por experiencias recientes, se fiaran de la viabilidad del 'Provecto presentado por Francisco. Suponía aceptar que el Evangelio que los curia– les predicaban, pero no cumplían, sí era practicable. Hubo que asegurar la plena fidelidad ,de Francisco v su integración dentro de los planes de reforma de la vida religiosa que la Curia estaba realizando, para que la vida del Evangelio que el santo presentaba como una forma coherente de vivir en la Iglesia fuese aprobada. La misma Fraternidad tampoco llegó a asimilar del todo el cvangelismo de Francisco. Además del corrimiento hacia posiciones y estructuras más tradicionales, los biógrafos lo interpretaron desde las mismas posiciÓnes en que se había colocado la Orden. La forma: de vida que Francisco intuvó y vivió como un seguimiento dinámico de Jesús tal como nos lo transmitió el grupo de carismáticos ambulantes de la Iglesia primitiva, es entendida como «perfectio evangelica», expresión monástica que refleja en conte– nidos de imitación, y por lo tanto ele forma estática, la vivencia evangé– lica de 1a propia fe. El cuadro antes descrito puede hacernos pensar que el proyecto de vida pretendido por Franciscó fue un intento frustrado de hacer real el Evangelio de Jesús; y la verdad es que no fue así. Lo que no prospeM -tal vez porque es ley general que los movimientos radicales nazcan, se desarrollen y se disuelvan hasta desaparecer de una forma muy rápida– fue la «forma del santo Evangelio,~ vivida al estilo de los movimientos

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