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50 J. l\UCÓ de su vida, es capaz de expresar con un canto, el de Ias Criaturas, lo que siente en su interior. Reconciliado con Dios y la creación, asume el dolor que le proporciona el haberse atrevido a s•eguir a Jesús, confiado en su promesa. Estos cuatro temas que hemos visto y que constituyen el camino espi 0 ritual de Francisco -adoración, misión, bienaventuranzas y cruz-, se entrecruzan ,de tal modo en su vida, que llegan a formar la trama evan– gélica con la que se identificó y por la que se le reconoció como hombre de Evangelio. 6. SEGUIR 'LA DOCTRINA Y LAS HUELLAS DE JESÚS El itinerario espiritual de Francisco s·e caracteriza por su búsqueda incesante de configurar toda su vida en el Evangelio que nos ofrece a Jesús. La lectura de los textos evangélicos de misión le confirmó en la idea que venía madurando desde hacía tiempo sobre el proyecto de su vida. Por fin había encontrado lo que buscaba porque, ·en realidad, lo necesi– taba (1 Cel 22) no sólo él, sino también los compañeros que Dios .le había dado. Al final de su vida recordará estos inicios como una gracia del Señor, que le inspiró vivir según la «forma ,del santo Evangelio» (Test 14), En este ambrente ele •evangelismo romántico, pero duro, transcurrieron los comienzos, hasta que presentaron en Roma un proyecto de vida, escrito en pocas palabras, para que el Papa lo aprobara (Test 15); un proyecto, nos dirá Ce.Jano, que escribió Francisco sirviéndose, principal– mente, de textos del santo Evangelio (1 Cel 32). Hoy nos resulta imposible conocer con precisión el contenido de este programa, pero •es verosímil que estuvieran en él los textos de misión, junto con el radicalismo itinerante y sus consecuencias de desarraigo familiar, así como la confianza heroica en Ja providencia de Dios, la liber– tad en .las comidas y el anuncio gozoso ,de la penitencia y de la paz; todo esto ,dentro de un ambiente de decidida voluntad de «seguir desnudos a Cristo desnudo» hasta la propia cruz. Por lo que nos dicen los biógrafos, parece que la vivencia del proyecto fue real: una vivencia itinerante y misionera que trataba de mántener su difícil cohesión por medio de una fe viva en Dios, una oración cons– tante y la voluntad de acogerse mutuamente desde su fragilidad. La entrada progresiva de clérigos y gente culta influyó en este tipo ele evan– gelismo ingenuo, pero profundo. El talante eremítico que configuraba a la primitiva Fraternidad fue dando paso a una forma más asentada y organizada, según el modelo de vida religiosa que proponía la Curia, en

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