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48 J. MICÓ hace por medio de los demás (Adm 17, 1). El que se sabe verdaderamente pobre acepta las correcciones de los propios fallos, sin pretender ocul– tarlos con justificaciones innecesarias (Aclm 22, 1-3), ya que no teme perder su imagen ante los demás, sino que trata de servir a todos con humildad, ya sea simple súbdito (Adm 23, 1) o se k ponga en un cargo de responsabilidad (Adm 19, 1-4). Tratar ,ele seguir a Jesús hasta el final lleva consigo el compartir su mismo destino de persecución, sufrimiento y cruz; el que sabe mantener la paz cuando llegan los momentos conflictivos va ,por el buen camino del Reino (Adm 15, 1-2; 13, 1-2). Pero este camino nunca se anda solo, sino siempre en fraternidad. El reconocimiento de la fraternidad humana lleva consigo el soportarse unos a otros (Adm 18, 1), amándose y respe– tándose tanto en las ausencias como cuando se está juntos (Adm 25), y preocupándose del hermano enfermo con el mismo interés que si estu– viera sano (Adm 24). Comunicar con ,discreción la obra del Señor en el propio camino espiritual puede ser una ayuda para recorrerlo con fide– Hdad; pero el que utiliza indiscretamente los favores que el Señor le hace para fanfarronear de su santidad, colocá,ndose orgullosamente por encima de los demás, es que no sabe ver.daderamente lo que significa seguir a Jesús (Adm 21. 1-3; 28, 1-3). El poder vivir 1as bienaventuranzas es un don que se nos ofrece a través ,de 1a Iglesia. El Evangelio sólo es posible vivirlo en su seno; de ahí que las mediaciones, la jerarquía entre ellas, sean la única forma de clarificar el camino del seguimiento. Aceptarias, sin escandalizarse por su falta de transparencia, es abrirse al hecho misterioso de la propia encarnación -de Jesús, traspasando la densidad de la carne para descubrir al Dios que nos invita a una transformación de nuestra forma de ser y pensar para vivir en plenitud la humanidad nueva que nos aporta el Reino (Adm 26, 1-4). Pero no está sólo en las Admoniciones el espíritu de bienaventuranza que caracteriza a la primitiva Frater.nidad. Por los demás escritos, sobre todo las dos Reglas, corre también ese mismo impulso que revela de forma positiva, aunque dolorosa, lo que puede ser el hombre y sus relaciones vividas desde lo profundo del Evangelio. Descubrir que la pobreza nos convierte en herederos y reyes del Reino (2 R 6, 4-6), supone buscar continuamente la voluntad de Dios (1 R 22, 9) para amarlo y adorarlo con un corazón puro (2CtaF 19). Así puedon ir los hermanos por el mundo sin despreciar ni juzgar a nadie por vestir o comer lujosamente (2 R 2. 17), caminando con ihumiidad como anuncia– dores de la paz (2 R 3, 12-13). Tratar de vh-ir según el espíritu de Ias bien– aventura,nzas comporta enfrentarse con el mal. En tal caso hay que amar
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